Lía Burbano cree que el amor se construye con voluntad. Y su vínculo con Alejandro, quién nació hace 14 años mediante inseminación artificial, lo refleja.

Ella no es la madre biológica de Alejandro, pero dice protegerlo como si lo fuera. Lía y Rebeca –madre biológica del ahora adolescente y cuyo nombre verdadero prefiere mantenerlo en reserva– eran una pareja de lesbianas que criaron juntas a Alejandro. Ambas iniciaron su relación tras conocerse en la Universidad Estatal de Guayaquil. Luego de dos años de convivir, decidieron tenerlo.

Rebeca fue la que se sometió a la inseminación, mientras que Lía cuenta que la acompañaba al ginecólogo, al primer eco, que le hablaba al ser que crecía en el vientre de su pareja. Incluso, le ponía música y percibía cómo se movía. Sus familiares aceptaban este vínculo. “No se daba un paso sin consultarme. Estaba en el trabajo cuando me llamaron que rompió fuente, dejé todo para poder asistirla”, dice Lía.

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Alejandro lleva los apellidos del hermano de Lía y de su madre biológica (Rebeca). Aunque Lía no aparece en su cédula, para el joven, ambas son sus madres. “Nos llamó mamá a las dos. Recién empezaba a hablar”, recuerda Burbano.

Tras diez años de relación, Lía y Rebeca se separaron cuando Alejandro tenía ocho años. Luego el niño empezó a preguntar quién era su papá. Ambas le contaron que fue procreado por inseminación. “Mi hijo lloró y recuerdo que dijo, o sea que nunca conoceré a mi padre”, cuenta Lía, quien inmediatamente le respondió que tenía muchos padres: abuelos, tíos...

Seis años han pasado de la separación. Pero ambas siguen vinculadas por la responsabilidad de criar a Alejandro. “En el día de las madres nos da tarjetas a las dos”, cuenta Lía, quien resalta que su objetivo es forjar un hombre “dueño de sí”. “Alejandro tiene enamorada, juega pelota y es remujeriego, me salió más heterosexual”, recalca Lía, entre risas.