Las paredes del santuario del Cristo del Consuelo, que antes estaban adornadas con vitrinas que guardaban y exhibían piezas hechas en metal, acero o aluminio que ofrendaban los devotos para agradecer por los milagros que le atribuían al Cristo, ahora lucen vacías.

Durante los años que el padre Gerardo Villegas fue párroco en este sector de la ciudad, los creyentes dejaban con mayor frecuencia figuras de rostros, piernas, brazos, manos o bustos, como recuerdo de la enfermedad que padecieron y que, según ellos, el Cristo sanó.

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, los exvotos son un don u ofrenda, como una muleta, una mortaja, una figura de cera, cabellos, tablillas, cuadros, etcétera, que los fieles dedican a Dios, a la Virgen o a los santos en señal y recuerdo de un beneficio recibido, y que se cuelgan en los muros o en la techumbre de los templos.

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El padre claretiano José Ospina, quien fue párroco del Cristo del Consuelo, cuenta que los exvotos datan desde hace unos 2.000 años, cuando Jesús estaba en la Tierra y los fieles visitaban el templo de Jerusalén para admirar estas piezas, en su mayoría hechas en oro.

Esta tradición se la mantuvo en este santuario desde su creación, en 1960, pero las piezas no eran de este metal precioso sino de materiales más baratos, como el aluminio o el acero.

En otros casos, los fieles decidían dejar las muletas o sillas de ruedas en la iglesia, como símbolo del milagro de Cristo que les permitía caminar.

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Luego eran prestadas a otros feligreses que llegaban a pedirlas por alguna enfermedad.

Las miles de figuras que dejaban los devotos llenaron cajas que fueron vendidas como chatarra, ya que no había espacio físico para exhibirlas y además este símbolo de gratitud no es compartido por Ospina. Para él, “el mejor modo de agradecer es con el cambio de vida. Dios pide la conversión del corazón y necesitamos gente comprometida. El mayor milagro es la conversión de un pecador”, dice.

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Con él coincide Gloria Macías, de 73 años, quien fue una de las precursoras de la Asociación de Caballeros del Cristo del Consuelo. Para ella, esa satisfacción debe ser demostrada con los actos y la entrega a la Iglesia y los más necesitados.

Mientras que otros devotos consideran que dejar los exvotos es una muestra de fe, como es el caso de Juan Quiñónez, de 65 años, quien dice que hay que mantener esta tradición.

Para quienes comparten esta idea pueden depositar las figuras en la ranura de las ofrendas, aunque luego son desechadas.