El cascajo mezclado con lodo hacen que los pies de Washington Delgado Álava se hundan al avanzar en la primera procesión del Cristo del Consuelo, a lo largo de la calle Lizardo García, en el suburbio de la urbe.

Es el Viernes Santo del 15 de abril de 1960 y el hacinamiento y las condiciones del terreno por donde se pasa hacen que algunos fieles pierdan sus zapatos. La pesada anda (tablero sostenido por dos varas paralelas) que se carga sobre los hombros y soporta la imagen de Jesús crucificado –tallada en madera– contribuye a que las piernas se adentren en el fango.

Sin embargo, continúan con su misión de trasladar la figura desde la iglesia del Espíritu Santo, en las calles Azuay y Leonidas Plaza, hasta la ermita de caña del Cristo del Consuelo, en Lizardo García y la A. “Un recorrido de sacrificio, de arrimar el hombro junto al otro, de hacer fuerza para levantar al Cristo”, dice Delgado al señalar que en las siguientes peregrinaciones prefirió dejar su calzado en la casa para no perderlo.

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“Era común observar por las lodosas calles especies diminutas de animales cuyo hábitat son los manglares, pequeños cangrejos que la gente pisaba” en el trayecto, cuenta Lilian Quiñónez de Galiano en un texto publicado en el 2006 por el devoto Alberto Lucero Avilés.

Cuando los moradores de este barrio, creado en la década del cuarenta, no estaban concentrados en los preparativos para la procesión se dedicaban a vender panamito, rosquitas, queroseno y carbón para cocinar. Criaban chivos y chanchos para venderlos a las fondas, otros procesaban el licor. Sobre canoas capturaban a cangrejos y camarones y muchos afros se congregaban a lo largo de la calle Lizardo García, ya no para venerar al Cristo sino para bailar al ritmo de la marimba, recuerda Gloria Macías Figueroa, de 73 años y fundadora de los antiguamente llamados Caballeros del Cristo del Consuelo.

Tras la llegada desde Colombia de un grupo de padres claretianos, el 12 de agosto de 1955, se empezó a evangelizar a quienes vivían en el suburbio, empujando un pequeño altar rodante sobre una carreta.

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Luego llegaron las madres doroteas y las religiosas dominicas de la Presentación para apoyar a la labor de los curas.

El 13 de septiembre de 1959 se colocó la primera piedra de la ermita del Cristo del Consuelo. Pero no era una piedra sino un bloque, dice Macías, para que no se hundiera en el lodo. En él se guardaba una estampa del Cristo traída desde Madrid (España), razón por la cual se nombró así al templo y al sector.

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Un año más tarde se inauguró la iglesia del Espíritu Santo y se inició con las procesiones para “todas las personas devotas que deseen ser satisfechas en sus ruegos y súplicas del Cristo del Consuelo”, se lee en la convocatoria hecha por el padre precursor de esta peregrinación, Ángel de María Canals, y publicada en algunos periódicos el jueves 14 de abril de 1960. El padre Gerardo Villegas (+) fue el gestor por unos 45 años.

Durante los primeros recorridos los feligreses adquirieron la costumbre de acercarse hasta la imagen y recorrer su contorno con un algodón al mismo tiempo que pedían por milagros.

Tradición que poco a poco se fue perdiendo, según Delgado, ya que al crearse el grupo Los Caballeros del Cristo del Consuelo sus miembros no permitían que los fieles toquen al Jesús crucificado sino que eran ellos quienes pasaban el algodón y luego se lo entregaban.

“No era lo mismo porque nosotros nos concentrábamos, hablábamos con el Cristo, le hacíamos nuestras oraciones y pedidos. Ellos lo pasaban rápido y uno no sabía lo que estaban pensando”, dice Delgado y agrega que ese pequeño recuerdo se lo guardaba el resto del año y se lo sacaba para pasárselo por alguna parte del cuerpo cuando sentían un dolor.

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Conforme pasaron los años en el sector hubo mejoras físicas, entre ellas, la creación de un colegio, dos dispensarios médicos y el relleno de las calles durante la alcaldía de Assad Bucaram, en 1967, y que más tarde, durante el periodo de León Febres-Cordero, a partir de 1992, se hicieron de concreto.

Así se dejó de transportar a la figura sobre el anda y pasó a una carroza, la cual debían lubricar y adornar los Caballeros. Además de limpiar y barnizar al Cristo y mantener en buen estado las conexiones eléctricas.

Pero al nombre del grupo luego se le agregó la palabra Damas, porque según el padre Raúl de la Torre, párroco en 1998, eran las mujeres quienes trabajaban a diario y eran mayoría en el voluntariado.

Cuando el padre Arnulfo Ospina asumió el mismo cargo en el 2002 los denominó Nazarenos y actualmente, bajo la dirección del padre Miguel Duarte, son Los Misioneros, que en la 53ª edición de la procesión de este viernes también se encargarán de ayudar en el orden.

Aunque sor Barbarita González, quien vive hace unos 15 años en el convento de las madres doroteas, ubicado en el sector, asegura que hay más armonía en las peregrinaciones ya que se han perdido ciertos actos de fanatismo que hacían los fieles como cargar una cruz gigante, caminar de rodillas o atarse las manos y los pies. “Se comenzó a interiorizar el verdadero significado de la procesión. Jesús murió para que tengamos una vida plena, no de amarguras, y ese es un aspecto humano y divino”, comenta.

Los cambios en el entorno del barrio y del santuario del Cristo del Consuelo y los milagros que se le atribuyen a la imagen han hecho crecer esta procesión, que se inició con 10 mil devotos, a más de 500 mil asistentes.

Sor Barbarita González
Madre dorotea
“El año pasado que hubo buena amplificación del sonido la gente se concentró más en implorarle a Cristo”.

Inés Almeida León
Moradora del barrio
“Antes participaba solo la gente vieja, ahora también va la juventud y me alegra verlos como cantan y se clarifican”.