Aunque casi no tuvo eco entre los políticos, columnistas o la opinión pública (salvo en una columna de Fernando Balseca en este Diario), el texto titulado ‘(No) se busca presidente’, escrito por Santiago Roldós y aparecido en la revista Vistazo Nº 1067 del 2 de febrero pasado, contiene la propuesta política más inteligente en el momento más letárgico de esa predecible y cursilona telenovela nacional mal llamada “Democracia”. Roldós ha propuesto que los opositores no presenten ningún candidato, y lo ha hecho con argumentos bien fundados. Porque pocos dudan de que si el presidente Correa se postulare para la reelección, tendría las mayores posibilidades de ganar. La incógnita se reduce a: en caso de que él fuere el único concursante, ¿terminaría primero… o segundo?

Supongo que Roldós no ignora lo utópico de su iniciativa, considerando la dimensión hiperbólica del narcisismo que caracteriza habitualmente a algunos aspirantes a “Salvador de la Patria” en nuestro país. A un año de las próximas elecciones ya “suenan” algunos precandidatos a la presidencia, para beneplácito de los campañistas del Gobierno, que sin demora ni dificultad los han descalificado mediante argumentos políticos o “psicodiagnósticos”. A juzgar por los primeros aspirantes, el panorama anticipa una atomización de los opositores a Rafael Correa, consecuente con la dispersión y la falta de propuestas que han caracterizado a ese sector durante este quinquenio. Porque el sostenimiento del discurso “critiquemos a Correa” también está desgastado y no alcanza por sí solo para construir un proyecto que les interese a los ecuatorianos.

En estas condiciones, surge en muchos la pregunta: ¿Por qué no hacemos aquí “como en Venezuela” unas primarias entre todos los opositores, para elegir al único candidato que enfrentará a Rafael Correa? La idea es interesante, pero contiene algunas dificultades. De entrada demanda que muchos ecuatorianos nos definamos como “opositores”, y ello nos ubica frente a nuestra característica comodidad que evita responsabilidades políticas y prefiere que unos pocos nos resuelvan la vida. Luego, hay un problema lógico semejante a “poner la carreta delante del caballo” y siempre repetido en el país: primero nos conseguimos un candidato “ganador” y después nos encargamos de fundar “movimiento”, elaborar propuesta política y plan de trabajo hechos al apuro. En tercer lugar, nada garantiza que un mosaico a la ecuatoriana como este, juntando a Raimundo y medio mundo, no termine resultando una “Armada Brancaleone” absurda e inconsistente, o una “Santa Cruzada” para ungir al mesías que vencerá al anticristo.

La posibilidad de realizar “primarias” coherentes y representativas no es causa, sino más bien efecto de un largo proceso de maduración política de un pueblo, y a veces es producto de conmociones internas gravísimas y sangrientas que obligan a pactos sociales. O nada de eso hemos tenido, o no aprendimos ninguna lección si lo tuvimos. Por ello me adhiero a la utópica propuesta de Santiago Roldós y hago un planteamiento adicional: ¿Por qué no empezamos a construir aquí cultura democrática, respetando la palabra y el pensamiento de todos, opinando públicamente, fortaleciendo nuestras instituciones civiles, exigiendo cuentas a líderes y funcionarios, cumpliendo nuestras obligaciones como ciudadanos, demandando mayor calidad a la prensa gobiernista y a la particular, ignorando el circo y la propaganda, y enseñándoles todo eso a nuestros hijos?