Los ecuatorianos somos “dueños” del Gobierno lo cual parece cada vez menos evidente. Al menos estemos claros en las cifras (aproximadas para 2011).

- El Gobierno (central, seccional, etcétera, sin IESS) gastará 28.000 millones de dólares anuales. ¡28.000 millones! Más de 900 dólares mensuales por familia. E incluso más si agregamos créditos estatales y otros.

- ¿Somos malos pagadores de impuestos? Increíble, aportamos 20% de la riqueza que se produce, más de 13.000 millones en diversos impuestos y tributos, y nos llaman malos pagadores. Y si agregamos el petróleo (más de 11.000 millones cuya propiedad es nuestra, en consecuencia también es un aporte ciudadano) y los más de 3.000 millones al IESS, llegamos a 27.000 millones: más de 1.800 dólares anuales por ecuatorianos, 750 dólares mensuales por familia. Y se nos dice que pagamos poco y hay que extraernos más.

- 7.000 millones van al pago de sueldos porque el costo mensual promedio de un empleado estatal es de 1.200 dólares (bastante más que los que pelean por salir adelante en la vida privada).

- 25% es inversión, el resto gasto corriente. Pero la pregunta realmente importante es: ¿recibimos servicios que equivalen en cantidad y calidad a esos enormes montos? ¿Los ciudadanos no daríamos mejor uso a una parte de ese dinero?

Pero mientras escribo, leo las declaraciones sobre la evangelización y el apostolado en materia de impuestos. Mi reacción inicial es que en la vida hay que saber ubicarse. Cada función sirve para lo que sirve, y no debemos confundir los papeles. Los gobiernos reciben nuestros impuestos (con buena o mala gana, pero lo hacemos para cumplir con una función legal, colectiva, equitativa y ética), pero no debemos creer que los gobernantes son nuestros guías espirituales con funciones casi divinas. Y peor aún que ellos lo crean. Nos enteramos de que al acogernos al llamado de evangelización seremos más felices, porque una vida satisfactoria es estar en paz con Dios, luego con el SRI y finalmente con la familia. ¡Hemos perdido las proporciones! Sin duda alcanzaremos el cielo cuando se cambie el orden y el SRI ocupe el primer lugar. Pronto será.

Y qué grave error pensar que el pago de impuestos y la redistribución de riqueza son el camino del desarrollo y la paz. Ni una sola mención a la generación de riqueza. Como si la redistribución vía impuestos fuera solo un acto de voluntad y ética. Como si el primer paso no fuera ahorrar, invertir, trabajar, producir. Un apostolado más sensato sería: esforcémonos en crear riqueza y compartirla. Pero claro, desde las alturas del poder la visión es otra: la riqueza no se crea sino que se ordena.

Y de esas órdenes (qué fácil es crear leyes obligatorias para extraer recursos que otros han creado) surge naturalmente la otra etapa: convertirse en nuestros guías espirituales, situarle al SRI antes de la familia, indicarnos el camino recto de la vida, llamarnos a ser apóstoles de esta nueva santidad. ¡Ya solo falta el nombre del santo (… lo sospechamos), los hábitos y las oraciones (porque canciones ya tenemos)!