Es impresionante que a estas alturas de la vida nuestra televisión entregue un producto como ‘Báilalo 3: el desafío’. En esta nueva temporada, el espacio sigue emulando a un canal de UHF, por sus bajos niveles de producción, desorganización y elenco de segunda.

Esta nueva entrega llega con cambios radicales en su formato. Bailarines profesionales con mucho talento a la hora de exponer sus dotes artísticas acompañan a lo que el propio programa denomina como ‘famosos’.

Personajes del entretenimiento y otras personas que quizá fueron nombradas en algún programa de farándula acompañan a los danzantes en su intento por ganar la competencia. Pero, aparentemente, todo es por una buena causa, ya que los participantes representan a fundaciones que apoyan metas sociales y médicas.

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Pero más allá de la buena voluntad, concentrémonos en la puesta en escena de esta propuesta televisiva; y para esto tenemos que ser claros en algo y de una vez por todas definir lo siguiente: las esferas disco no son sinónimo directo de baile; ese pensamiento se quedó enterrado en la década de los setenta, cuando la música disco dominaba al mundo; desde entonces solo se encuentran en bares de mala muerte y prostíbulos. Aquí estos artefactos decorativos son ubicados como pieza fundamental del escenario del programa y son aberrantes al ojo humano.

Las cámaras siguen la acción de los participantes de manera adecuada, manteniendo un dinamismo en las tomas y captando cada uno de sus movimientos. Estos son regulados por un simpático jurado calificador que asesora al concursante y entrega comentarios que detallan sus falencias y buscan mejorar su rendimiento.

En algunos casos olvidan los detalles propios de la danza y optan por calificar de manera favorable argumentando que (los personajes) “dieron todo de sí”, o “se notó que te divertiste en el escenario”.

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Gineth Moreno regresa como presentadora de este magno e interminable evento dominical de tres horas de duración, quien ha mejorado en la conducción, grita menos y se maneja mejor frente a las cámaras.

A quien hay que aplaudir por su entusiasmo es a Gustavo Navarro, quien mantiene su ánimo a lo largo del programa, a pesar de la desorganización de las primeras tres entregas del espacio. El programa se beneficia mucho de su presencia.

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La musicalización del programa es otra cosa. Sin tocar las piezas musicales que utilizan los bailarines en sus coreografías, la música de fondo en momentos de suspenso y celebración es escogida por un fanático de La Guerra de las Galaxias.

Para cualquier televidente que esté familiarizado con la banda sonora del primer episodio de esta saga fílmica, La amenaza fantasma, no parará de reír al escuchar las míticas composiciones de John Williams mientras anuncian a los nominados de la competencia. En los primeros acordes, uno verá mágicamente cómo se materializa Jar Jar Binks junto a los conductores.

El primer programa de esta edición de ‘Báilalo’ fue un completo desastre. Aquí se pudo notar la desorganización de la producción y la falta de preparación con sus distintos participantes. En los momentos en que todas las parejas debían estar sobre el escenario, sus participantes parecían ganado, amontonados entre sí, mientras la cámara no sabía dónde ubicarse.

Pero los concursantes de este programa no solo bailan para llegar al primer lugar, sino que cada semana compiten por premios en efectivo y órdenes de compra para uso personal, lo que baja de nivel a la competencia. Solo falta poner un palo ensebado en la mitad del escenario, y esto se convertiría en un concurso de baile de una fiesta de pueblo.

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Sin embargo, el drama persiste; cada semana hay desmayos, enfrentamientos entre los participantes y el jurado, inconformidad entre los presentes y José Miguel Mancero.

Con reglas cambiantes en cada entrega es imposible tomar en serio a la competencia, y nos quedamos con una caravana de personajes moviendo sus cuerpos al ritmo de bachata y ritmos tropicales. Ojalá el baile termine pronto.

Domingos, a las 21:00, por la señal de Canal Uno.