Según la Organización Mundial de la Salud, la epidemia más difundida en el mundo es la de enfermedades no-transmisibles (cardiovasculares, cáncer, diabetes y respiratorias crónicas) con la circunstancia de que el aumento de pacientes y la mortalidad por estas causas, sigue indetenible. En tiempos recientes, tres millones de personas mueren al año por estas afecciones, lo que equivale al 76% de todas las muertes. Además, el 33% de estas muertes son prematuras, es decir de pacientes de menos de 70 años.

Llama la atención que la región de las Américas registre del 50 al 60% de obesidad, la que aumenta el riesgo de contraer las enfermedades no-transmisibles y más sorprendente aún es que 30% de las muertes prematuras ocurren en las poblaciones más pobres. Años atrás, la obesidad afectaba sobre todo a quienes gozaban de dietas muy ricas en proteínas animales con alto contenido en grasas saturadas. Actualmente, el exceso de peso y la obesidad afecta a niños y adolescentes de alto nivel económico pero también, paradójicamente, a niños pobres. El 30% de muertes prematuras por afecciones cardiovasculares, se da en poblaciones pobres. En las Américas, el 26% tienen sobrepeso o ya están obesos. Una de las causas depende de las dietas no saludables. Se sabe, con total certeza, que una de las medidas esenciales para prevenir estas enfermedades es una nutrición correcta. Obviamente, dicha prevención debe comenzar en los niños. Entre los alimentos de mayor riesgo para ellos están las papas fritas, sean en hojuelas o en pequeños bastoncitos, que tanto agradan a los pequeñuelos. En el proceso de producirlas, las papas fritas absorben elevadas proporciones de grasas saturadas y, para peor, se les añade un exceso de sal, a lo que se suman bebidas gaseosas o colas, que aportan excesos de azúcar y calorías. Por añadidura, los niños tienen predilección por las golosinas, que aportan también azúcar. En conjunto, sin que sepa la madre y peor el niño, tales comidas y bebidas son los malignos enemigos de las primeras edades.

El otro segmento poblacional, en cambio, por pobreza e ignorancia, tiene una dieta muy desbalanceada: rica en hidratos de carbono (harinas, almidones) provenientes de alimentos como arroz, yuca y verde en la costa, y arroz, maíz y otros en la sierra. Estos alimentos, tan ricos en carbohidratos, contienen poquísimas proteínas y grasas. Darle de comer arroz hasta llenarle la barriguita al niño, hace que el exceso se transforme en grasas y lleva al sobrepeso infantil. Sin embargo, existe una manera sencilla y económica de balancear la dieta. Consiste en agregar, por dos tercios de arroz u otra comida, un tercio de granos leguminosos como fréjol, lenteja, soya, o alverja. Asimismo, una balanceada nutrición para niños debe incluir verduras. En menores de un año, en forma licuada o como papilla, los infantes las comen sin mucho rechazo y se acostumbran a su sabor.

En suma, la prevención de la epidemia por enfermedades no-transmisibles comienza, –debería comenzar–, desde las más tempranas edades.