“Los colores con los que yo identifico a Guayaquil son los que están en mi memoria. Creo que en este momento no están presentes en la ciudad, están quizás pero de forma muy limitada, son generalmente colores apastelados, como el rosado, verde claro, celeste, que son muy alegres sin ser estridentes, diferentes a los colores caribeños, que son mucho más encendidos, de colores más fuertes.

Otro de los colores que, considero yo, sí identifica a Guayaquil es el verde, por comentarios de gente que visita a la ciudad, por los árboles, la vegetación y la claridad de la ciudad. A la gente de la Sierra, por ejemplo, le llama mucho la atención la amplitud que se tiene de los horizontes. Esa luz, esa luminosidad, caracterizan a la ciudad.

Los colores con los que más se está empezando a identificar a la ciudad son los que están en el cerro del Carmen, que no son realmente los colores de Guayaquil, porque los colores de una ciudad los ponen sus pobladores, no uno o dos de ellos.

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Son colores más estridentes que para mí resultan más caribeños, que no son de esta ciudad.

De acuerdo a cómo son las personas aparece un color, o un colorido particular, y este, del que hablo, de los colores apastelados, representan muy bien al guayaquileño: una persona abierta, alegre, extrovertida, porque este es un colorido alegre, fresco, natural, bastante relajado, no se ve explosivo, sino que tiene mucha relajación”.