Con su hijo en brazos y cubierto con una manta azul llegó Martha Zuña, de 40 años, a la sala de Tomografía del hospital Abel Gilbert para realizarle un examen de la cabeza al menor, de cinco meses, que padece de hidrocefalia.

Zuña se sorprendió al ver la puerta abierta del área, desde donde podía observar el equipo que estaba siendo intervenido.

“Doctora, mi hijo está en ayunas, lleva seis horas sin comer para poder hacerle la tomografía”, le dijo la madre de familia a la funcionaria de la sala, quien le explicó que al equipo “le están dando mantenimiento. Después de que los técnicos lo revisen harán un diagnóstico para saber qué tiene”.

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Este aparato fue reparado el pasado 5 de septiembre, luego de seis meses de inoperatividad. Según la funcionaria, hasta el domingo funcionó, pero “cuando yo ingresé (ayer) a las 07:00, el equipo ya estaba así”. Manifestó que desconocía la hora en que volvería a funcionar.

A Zuña, al igual que los pacientes que tenían agendadas sus tomografías para ayer, les fueron reprogramadas para hoy y mañana.

Mientras que el panorama desde la puerta principal del hospital era distinto. Las áreas de Estadística y de Farmacia del hospital desaparecieron y fueron remplazadas por un espacio amplio, donde ayer se habilitaban escritorios y un punto de información en los que tres ejecutivas orientaban a los pacientes.

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Las preguntas más recurrentes eran en qué lugar funcionaba ahora la farmacia, área que pasó de estar en la capilla de la casa de salud a uno de los contenedores del hospital móvil.

Entre apretones, empujones y quejas por las personas que se metían en las filas, decenas de usuarios esperaban bajo el sol intenso para retirar sus medicamentos.

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Entre ellas, Yolanda Castro, de 53 años, quien con una radiografía se cubría la cabeza y rostro del sol.

“Tenemos más de una hora aquí y no avanza la fila. Solo hay dos personas que reparten las medicinas”, señaló la mujer.

Castro llegó a las 06:30 para que la atendieran en medicina general en el consultorio Nº 12, pero “la doctora recién llegó a las 10:30 y la enfermera a las 09:00. No hay consideración con los pacientes”, expresó.

A Castro, por sus intensos y constantes dolores de huesos, le recetaron analgésicos fuertes y calcio. Las medicinas se la entregaron después de una hora de espera y en una cantidad insuficiente, lo que provocó el reclamo de la paciente.

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“Me recetaron solo 30 pastillas y mi próxima consulta es para enero, ¿qué tomo los otros dos meses? No tengo para pagar mis medicinas”, comentó preocupada.

En tanto, en el hospital móvil la atención se desarrolló de manera normal. “Aquí solo tenemos que esperar”, señaló Carmen, de 73 años, quien acudió al consultorio del adulto mayor. Ella, que estaba acompañada por su hija, llegó desde el sector del Guasmo sur para atenderse por una caída que sufrió el sábado pasado.

“Le duele el cuerpo y sobre todo las rodillas, queremos que la revisen y le den algo para el dolor”, dijo la hija, Karen Macías.