Esta historia está marcada por el amor, la música y la poesía. Sucede en Guayaquil, ciudad que como una mujer atrapa en sus redes a propios y extraños. Tanto así que los autores de nuestro himno popular: Guayaquil de mis amores no nacieron aquí. Pero vivieron y murieron en esta ciudad.

El autor de su letra, Lauro Dávila Echeverría, nació en Pasaje, provincia de El Oro, el 18 de agosto de 1885; y Nicasio Safadi Reves, en Beirut, Líbano, en 1897 y murió el 29 de octubre de 1968, casi dos meses antes que Dávila.

Dávila Echeverría realizó estudios en Pasaje, Cuenca y a los 20 años se graduó de profesor en el normal Juan Montalvo de Quito, luego de 51 años se jubilaría del magisterio, pero antes fue director de la escuela Francisco García Avilés donde estudió Julio Jaramillo, años después, uno de los mejores intérpretes de sus canciones.

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En 1909 se afinca en Guayaquil, donde ya residían sus padres y hermanos.

“Para ese entonces –señala Rodolfo Pérez Pimentel en su Diccionario Biográfico del Ecuador– ya hacía poemas dentro de la escuela romántica tardía que no conocía de los soberbios artificios del modernismo ni de las metáforas que obligaban a pensar, por eso su producción fue elegiaca y costumbrista aunque llegó a tentar las marchas escolares de tanto valor pedagógico”.

Además Dávila era compositor musical, tocaba piano y guitarra. Es autor de letra y música de 23 canciones. El resto fueron musicalizadas, en diversos ritmos, por Nicasio Safadi, Manuel Carrillo, Francisco Paredes Herrera, Constantino Mendoza, Enrique Ibáñez Mora, entre otros.

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Como literato Dávila fue autor de: Lira del alma, poemas; El Diablo, comedia; 21 estampas de la vida real y Películas relámpagos, estampas. Pero en la música su canción más emblemática es Guayaquil de mis amores.

En Lo mejor del siglo XX. Música Ecuatoriana, libro de Oswaldo Carrión, este transcribe las versiones de Lauro Dávila y Nicasio Safadi sobre Guayaquil de mis amores, ambos se atribuyen la idea de crear ese pasillo.

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Dicha decisión ocurrió la noche del 20 de marzo de 1929 mientras paseaban por la ribera del río Guayas, démosle una mirada a lo manifestado por Dávila: “…le dije a Safadi: ‘Ya que no hemos fracasado ni usted en el pentagrama ni yo en la lira, ahora tenemos que dejarle escrito y musicalizado, aunque sea un modesto recuerdo a Guayaquil y a las preciosas guayaquileñas’.

“Safadi me contesta: ‘En estos precisos momentos, también, estaba pensando en lo mismo, milagro de telepatía’. Entonces le ratifiqué: ‘Manos a la obra, yo escribo la letra y usted pone la música’.

“En efecto después de cuarenta y ocho horas entregaba el poema a Safadi, quien sinceramente quedó encantado tanto del título como del contenido; y así mismo, después de dos días, acompañado de su melodiosa guitarra, me cantaba Guayaquil de mis amores, con la música más bella de pasillo, que con su genio artístico, había compuesto con todo el sentimiento e inspiración de su alma…”.

A los pocos días, el dúo Ibáñez-Safadi –luego bautizado dúo Ecuador–, la interpretaba en un teatro del puerto y los guayaquileños la empezaron a hacer suya, y la convertirían en su himno popular cuando fue grabada, por primera vez, el 19 de julio de 1930 en los estudios de Columbia Phonograph Company de Nueva York, en voces del dúo Ecuador.

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Pero como esta historia, también, está marcada por el amor, hay que agregar que Lauro Dávila, a inicios de los años veinte, contrajo matrimonio con Rosa Amada Villegas Morán, nada más ni menos que la musa del poeta Medardo Ángel Silva, ante la cual se suicidó el 10 de junio de 1919, él tenía 21 años, ella 14. “…el hecho de haberse casado con Rosa Amada Villegas –comenta Pérez Pimentel sobre Lauro– atrajo siempre la curiosidad malsana de la gente y hasta inconscientemente se le llegó a comparar con Silva, siendo ambos totalmente opuestos, pues el primero fue el mayor poeta modernista de estro aristocrático de la Costa y Dávila un modesto cultor de algunos géneros menores o populares”.

Aunque Lauro Dávila, en vida recibió condecoraciones por su labor poética, entre ellas: Medalla de Oro del Consejo de Guayaquil en 1945 y Medalla de Oro al Mérito Literario del Consejo Cantonal de Guayaquil en 1966.

Sobre Rosa Amada Villegas, Abel Romeo Castillo en Medardo Ángel Silva. Vida, poesía y muerte refiere: “Ella nunca quiso hablar de Silva, ni del hecho trágico que los unió en la historia sentimental y romántica de Guayaquil. Digna y magnífica profesora fiscal, trabajó también en hogares de protección social. Un hogar en el que no reinó la riqueza, fue modelo de unión y corrección”.

Rosa Amada fue la musa eterna del poeta y músico Lauro Dávila, quien muere el 23 de diciembre de 1968. Ella falleció 21 años después, el 30 de enero de 1989, desde entonces comparten la misma bóveda. Unidos en el viaje de la vida y la muerte.

Sospecho que Lauro Dávila, en los días 21 y 22 de marzo de 1929, escribió Guayaquil de mis amores, pensando y sintiendo a la ciudad Guayaquil y a su Rosa Amada: “Porque tienes las princesas/que fascinan al mirar/y que embriagan al besar/con sus labios de cerezas,/te reclamo las dulzuras/con que anhelo yo vivir,/para nunca más sufrir;/Guayaquil de mis ternuras.//Y al mirar sus verdes ojos/donde mi alma anhela estar/prisionero cual el mar/o al hundirme ya, de hinojos,/en las noches con fulgores/que sus ojos negros son,/te dirá mi corazón:/Guayaquil de mis amores”.

Amor, música y poesía, ¿qué más podría desear de la vida un artista como Lauro Dávila?