Cristina de Kirchner prohibió en Argentina la publicidad de oferta sexual en medios de comunicación. Fernando Alvarado, secretario de propaganda de este gobierno, envió por Twitter su felicitación.

Me equivoqué con los socialistas del siglo XXI. Sabía que sus políticas estatistas destruirían la economía. Pero pensé que al menos traerían cambios progresistas en lo social. Que vendrían con onda vanguardista, liberal y cosmopolita, alejada del clima conservador y moralista de la derecha. Pero no.

La derecha suele ser liberal en temas económicos (que el Estado no se meta en los negocios), pero estatista y conservadora en temas sociales (que el Estado imponga mi idea de lo “moral”). La izquierda suele ser lo contrario: estatista en lo económico (que el Estado controle y dirija la economía) y liberal o progresista en lo social (que cada quien viva su vida). En ambas tendencias hay una contradicción. La libertad no puede ser selectiva. Debe aplicarse a todo, lo económico y social.

Pero este Gobierno nos ha traído lo peor de los dos mundos: es estatista en lo económico y en lo social. “En el terreno moral soy muy conservador”, dijo Correa hace poco.

Correa tuvo la oportunidad –la sigue teniendo– de poner al Ecuador en el camino de las sociedades avanzadas y tolerantes en lo social. Pudo ser el presidente que impulsara el verdadero respeto a la diversidad y libertad individual, en lugar de esquivar temas claves de nuestra época, como legalización de las drogas, matrimonio homosexual, aborto, real laicismo y verdadera libertad para expresarnos y tomar decisiones sobre nuestras vidas. Quienes sí han encarado estos temas, como María Paula Romo, están ya fuera del Gobierno. Y Correa ha evadido el debate desacreditando sus ideas, tachándolas de “anticlericalismo absurdo”, ideas de “seudointelectuales posmodernistas” que “no las compartimos y sabemos que no las comparte el pueblo ecuatoriano”.

Lástima. La libertad merece apoyo a pesar de no ser popular o que una mayoría prefiera imponer su visión de moralidad a la minoría.

Fue Correa, aunque pareciera algún socialcristiano, quien quiso incorporar, a través de un veto a la Ley de Educación, horas de educación religiosa no obligatorias en las instituciones públicas. Al menos aquí sus asambleístas le dijeron que no al veto, haciendo respetar el laicismo en el Ecuador.

En lo que a comunicación y libertad de expresión se refiere, el correísmo resulta tan o más moralista que el Municipio de Guayaquil, que ha decidido impedir a nuestros artistas presentar obras “sexualmente explícitas” en el Salón de Julio. Mientras en el Museo Municipal atentan contra la libertad imponiendo “arte sin sexo”; Betty Carrillo, una de las responsables de la nueva Ley de Comunicación, nos dice que un programa de farándula como ‘Vamos con todo’ “no debe ser presentado en ningún horario”. Correa antes ya sacó del aire a “Laura en América”. El Gobierno como censor de chismografía.

Para rematar, el socialismo moralista del siglo XXI nos impide tomarnos un trago una tarde de domingo o apostar nuestra plata en un casino.

Estamos apachurrados entre moralismos de izquierdas y derechas instalados en el poder. La libertad reclama un cambio de ideas y liderazgo en nuestra política.