Por entregar como ‘cortesía’ alrededor de 13 millones de ejemplares, entre el 2007 y el 2009, diario El Telégrafo dejó de recibir más de $ 3,3 millones como ingresos por ventas.

Así lo revela el examen especial que efectuó la Contraloría General del Estado, entre enero del 2007 y enero del 2010, a la gestión administrativa de ese medio de comunicación, cuyo principal accionista, actualmente, es el Ministerio de Telecomunicaciones. Antes lo fueron, en su orden, la desaparecida Agencia de Garantía de Depósitos (AGD) y el Ministerio de Finanzas.

El informe indica que, de los más de 18 millones de ejemplares “buenos” (es decir, que no presentaron fallas de impresión), se comercializaron alrededor de 5,2 millones por venta directa en las calles o a través de suscripciones.

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El resto se repartió gratuitamente. Cada ejemplar tiene un costo al público de $ 0,25, aunque la empresa reconoce un descuento de hasta $ 0,17 a la cadena de distribución (distribuidor, punto de venta y canillita o voceador).

En el 2007, año en que el Estado se hizo cargo de la administración del diario, el porcentaje de ejemplares de cortesía entregado llegó al 45%; en el 2008 subió al 56% y a fines del 2009 y principios del 2010, al 87%, revela la auditoría.

Y a medida que se incrementaba el índice de periódicos regalados, disminuyeron tanto el de los de libre circulación como los de las suscripciones adquiridas por empresas públicas, privadas y personas naturales.

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En el primer caso, pasó de 31% en el 2008 al 10% a fines del 2009 y principios del 2010.

El segundo pasó de 18% en el 2007 al 3% para el 2008, 2009 y principios del 2010.

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Esta política de circulación, que apuntaba a que en el corto plazo la totalidad del tiraje del diario se distribuyera gratis por tener el carácter de “público”, afectó el flujo de ingresos y gastos de la compañía, indica el documento de la Contraloría, que consta de 67 páginas.

Para cubrir las entregas gratuitas, la empresa aumentó su tiraje diario de 4 mil a 40 mil ejemplares en tres años, generando mayores costos de producción que no fueron compensados por la facturación tanto por la venta de publicidad como del producto. Por lo señalado, en tres años, El Telégrafo perdió unos $ 13 millones.

En el informe, la Contraloría recuerda que en el estatuto de la compañía se menciona que tiene por objeto “dedicarse a todo tipo de actividad periodística y especialmente a editar el diario El Telégrafo” y “a vender al por mayor y al por menor las ediciones del diario... y servicios publicitarios, materiales y artículos de imprenta”.

A través de oficios de descargo enviados a la Contraloría el año pasado, el ex gerente general del diario, Álex Camacho, y varios exmiembros del directorio, justificaron el reparto gratuito de los periódicos.

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“No hay ninguna prohibición en el estatuto que prohíba que el producto que el diario produce sea la mejor herramienta para publicitarlo. Por lo tanto, no existe ninguna discordancia entre la política adoptada por la empresa y el objetivo comercial... Pues, al entregar gratuitamente o con descuento discrecional por sector, era una forma de publicidad necesaria para un producto único en la historia del Ecuador ¬diario público¬ tomando en cuenta que el objetivo principal del Gobierno nacional es que llegue a la mayor cantidad de personas”.

Una vez que el informe sea aprobado por el contralor Carlos Pólit, este pasará a la Dirección de Responsabilidades del organismo de control que, con base a los descargos que presenten los funcionarios y exfuncionarios mencionados, determinará si cabe aplicar sanciones civiles, penales o administrativas (glosas).

Rafael Correa Delgado:

“Es un extremismo infantil y una corrupción total de este diario (levanta un ejemplar de EL UNIVERSO). Entonces señores, sobre todo guayaquileños, ya no compren esta porquería, no dejen insultar su inteligencia. No sé, vamos a ver si es posible, vamos a conversar si es posible, que se repartan gratuitamente unos 10.000, 20.000 ejemplares de diario El Telégrafo, diario público, en todo el Ecuador, para tratar de contrarrestar esta prensa malsana que, disfrazada de libertad de expresión, miente; es corrupta, hace política, desinforma, y a eso tienen el descaro, la desfachatez de llamarle libertad de expresión. Ya no compren esa porquería”.