AFP
MÉXICO.- La matanza de 27 personas en una finca en Guatemala prueba que Los Zetas, grupo creado por exmilitares mexicanos que desertaron para trabajar con los carteles de la droga, se ha convertido en una peligrosa milicia con tentáculos en varios países, según expertos,

En México, los Zetas tienen una fuerte presencia sobre la costa del Golfo de México, pero están buscando abrirse campo en el océano Pacífico, por donde se mueve ahora la mayor parte de los cargamentos de la droga, según Raúl Benítez, investigador en temas de seguridad de la Universidad Autónoma de México.

En México secuestraron autobuses y asesinaron a 183 personas halladas en abril pasado en fosas comunes en San Fernando, un poblado de Tamaulipas y en agosto del 2010 fueron responsabilizados de la masacre de 72 migrantes de El Salvador, Guatemala, Honduras, Ecuador y Brasil, en un rancho de San Fernando. Un ecuatoriano logró escapar y los detalles que dio de la matanza coinciden con lo ocurrido en Guatemala, según las autoridades.

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En Guatemala, Los Zetas operan en departamentos del norte del país, fronterizos con México, como Petén y Alta Verapaz, donde el gobierno declaró el estado de excepción y desplegó tropas militares.

Allí, Los Zetas reclutaron a decenas de kaibiles, comandos del ejército entrenados por Estados Unidos y a quienes pagan 5.000 dólares mensuales.

En junio, Nicaragua decomisó un arsenal cerca a Managua a presuntos miembros de la banda, mientras que el presidente salvadoreño Mauricio Funes aseguró en abril del 2010, que Los Zetas entablaron contactos con líderes de las Maras o pandillas.

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En la masacre del domingo, Los Zetas asesinaron y decapitaron a 27 personas en la finca Los Cocos, en el departamento de Petén, a quienes ejecutaban tras preguntarles, sin resultado, el lugar en el que se encontraba el dueño de la finca, Otto Salguero, quien comenzó a ser investigado luego de la matanza, informó el ministro del Interior, Carlos Menocal.

"Me estaba bañando cuando a la gente le dijeron que no se movieran y comenzaron a dispararles (...). A eso de las siete de la noche del sábado y terminaron como a las tres de la mañana" del domingo, relató un sobreviviente, que evitó revelar su nombre por temor y que caminó sangrando varios kilómetros en busca de ayuda por una carretera solitaria hasta que se encontró con una persona que lo trasladó a un hospital.