Como un niño que pidió ser cargado por su padre y luego no quiere colocar sus pies en el suelo, un guacamayo escarlata se aferra al brazo de su cuidador y camina hacia los hombros negándose rotundamente a regresar a la rama dentro de su jaula. Se trata de Alfonso, el guacamayo, y Ramón, su cuidador, en el Centro de Rescate de la Fundación Pro Bosque, en el Bosque Protector Cerro Blanco.

La situación es un reflejo de la mayoría de los animales silvestres que llegan a los centros de rescate: están demasiado acostumbrados al ser humano que sería imposible dejarlos en libertad, ya que enseguida buscarían lugares poblados, arriesgándose aún más a ser víctimas de la cacería y tráfico de fauna, explica Eric Horstman, director de Pro Bosque.

Alfonso estuvo cautivo por cuatro años, aproximadamente. Una pareja lo tenía como mascota en su casa, hasta que fue entregado voluntariamente al Centro, cuando quienes se sentían sus dueños se dieron cuenta de que no lo podían cuidar más. “Llegó peladito en algunas partes del pecho”, comenta Ramón, mientras acaricia las nuevas plumas. Pero la “suerte” de este guacamayo no se repite a menudo, indica Horstman, pues según su experiencia muchas de las aves mueren capturadas o en los primeros días de cuarentena que pasan al llegar a los centros.

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Monos, tortugas, tigrillos, aves y demás especies silvestres están amparadas por la Constitución y las leyes; sin embargo, siguen tomándose como mascotas domésticas que, cuando ya no pueden ser cuidadas por sus supuestos dueños, terminan abandonadas, en el mejor de los casos, o enfermas, encadenadas, encerradas, o las tres cosas al mismo tiempo.

El Ministerio del Ambiente (MAE) registra en su sitio web 46 centros de rescate de fauna, cuya función es la investigación, rehabilitación y liberación, previa notificación al MAE, de las especies que custodia, según el art. 123 del Texto Unificado de la Legislación Ambiental Secundaria (Tulas).

De acuerdo con el documento, los centros de rescate no pueden recibir visitas, pues la finalidad de estos es que los animales puedan ser reinsertados a la vida silvestre, y para ello se debe evitar el contacto con los humanos. Sin embargo, algunos de estos refugios animales exhiben a las especies para así obtener fondos económicos y poder solventar la alimentación y los cuidados de los animales. “Pero esto sería caer en un círculo sin fin”, manifiesta Horstman.

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“El tráfico ilegal de vida silvestre es una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad en el país”, afirma el informe Situación actual de los centros de rescate de vida silvestre, presentado en el 2008 por la Unidad de Vida Silvestre del Ministerio del ambiente. Después de analizar 23 de las 135 Unidades de Manejo de Vida Silvestre (UMVS) registradas en el MAE, que incluye, entre otros, a centros de rescate y zoológicos, el documento concluye que el 91% de estas unidades recibe activamente animales rescatados del tráfico ilegal. Sin embargo, el 57% de estas no cuenta con instalaciones ni personal adecuado.

Se detalla que cinco unidades tienen un biólogo y un veterinario permanentes, nueve con un veterinario fijo, y el 60% restante solo recibe visitas esporádicas de estos.

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El documento establece que es indispensable que las UMVS cuenten con zona de arribo, cuarentena y hospitalización; sin embargo, en ninguna de las unidades analizadas hay área de recepción para las especies; el 57% cuenta con área de aislamiento, apenas tres posen un área clínica y solo dos tienen áreas de rehabilitación.

El incumplimiento a los procesos continúa. El 78% de los centros posee una base de datos del ingreso de los especímenes recibidos en custodia por la institución, pero en la mayoría de los casos gran parte de la información taxonómica es errónea o inexacta, afirma el informe del MAE, y solo el 39% de los centros maneja historias clínicas, los demás establecimientos no consideran las condiciones previas del animal, añade.

Además, en el 65% de las unidades analizadas se produjeron escapes debido a infraestructuras incorrectas.

Lo dicho en el documento es reconocido por el director de Pro Bosque, pero añade: “Nosotros (los centros de rescate) estamos intentando, en las medidas de nuestras posibilidades, resolver un problema (la rehabilitación y cuidado de fauna silvestre) que debería resolver el Estado”. Agrega que el contacto con el MAE se da solo una vez al año: en el momento de renovar la patente.

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La falta de coordinación se menciona en el mismo estudio: “...después de redactada la Ley Forestal y el Tulas no se definieron mecanismos claros para el control del tráfico ilegal de la vida silvestre (...) creando un enorme vacío en los procesos de control”. Añade que esta situación pone en riesgo la poca o mucha gestión realizada por los centros de rescate y asegura que las situaciones dadas “son un reflejo de la poca importancia que se da al concepto de bienestar animal”.

Gavilán gris
Proviene del bosque seco
Puede llegar a medir unos 30 cm
Puede llegar a vivir 15 años
Se alimenta de mamíferos

La Policía del Medio Ambiente lo llevó al Centro sin dar mayor información de su rescate. Se conoce que fue encontrado en la calle, sin poder volar, por el mal estado de sus alas y cola.

Mono payaso
Proviene de la Amazonía
Puede llegar a medir hasta 20 cm
Se alimenta de frutas e insectos
Puede llegar a vivir hasta 30 años

Llegó al Centro de Rescate de la Fundación Pro Bosque por incautación de la Policía del Medio Ambiente. Tuvieron que separarlo del grupo debido a su agresividad.

Mono capuchino
Proviene de la costa y Amazonía
Puede llegar a medir hasta 50 cm
Puede llegar a vivir hasta 30 años
Se alimenta de frutas y vegetales

Hay seis monos capuchinos en el Centro de Rescate de la Fundación Pro Bosque. Ellos están desde hace diez años, cuando se creó el Centro. Un empresario los donó.

Tortuga mordedora
Proviene de la costa
Puede llegar a medir unos 60 cm
Puede llegar a vivir unos 70 años
Se alimenta de peces y carne

Requiere zonas pantanosas para vivir. En el Centro de Rescate de la Fundación Pro Bosque hay más de diez ejemplares desde la creación del sitio.

Tucán
Proviene de la amazonía
Puede llegar a medir unos 15 cm
Puede llegar a vivir unos 15 años
Se alimenta de frutas

Este es un adulto de 5 años aproximadamente. Está acostumbrado a los humanos, por ello no puede ser liberado. No sobreviviría en el bosque.