Patricia Villarruel
MADRID.- "Es un retrato de las ilusiones de latinoamericanos que se fugan a Estados Unidos en pos del sueño americano", Así define Mario Vargas Llosa a Missing. Una investigación, el último libro de Alberto Fuguet. Ese cruce de fronteras en el que confluyen el éxito y el fracaso, los triunfos y las derrotas, encandiló al Premio Nobel. Es la historia de muchos, también de la familia Fuguet. Y Missing (Alfaguara) habla de esa idea de huir y perderse. Le pasó al tío del autor chileno. Carlos decidió esconderse. Sus parientes prefirieron no buscarlo hasta que un día Alberto decidió rastrear sus huellas. Y lo encontró. La obra descubre su vida desordenada, caótica, entre moteles e, incluso, tras las rejas. Tío y sobrino mantuvieron varios encuentros para armar las piezas del puzzle. Intercambiaron dudas vía correo electrónico. Alberto envió alrededor de cuatro mil preguntas desde un hotel en Quito. Era el presidente del jurado del Festival de Cine Cero Latitud, celebrado en septiembre del 2008. En esos días se fraguó la parte medular de esta publicación sobre la que habla en esta entrevista con EL UNIVERSO.

¿Por qué un libro para la familia?
(Silencio prolongado) No lo sé, no lo había pensado. Es contra la familia, pero también a favor. Es bueno enfrentar ciertos temas. Ahora predomina la idea de que la familia es disfuncional, que de cierta manera puede ser cierto pero no por eso deja de ser una fuente de fuerza, alegría o confianza. Es un tema que, por un lado, se sobrevalora al decir que es la base de la sociedad o, por otro, se piensa que no existe, que todo es una mentira. No hice el libro pensando en la familia, sino en Carlos, mi tío, pero como está ligado a ella deduzco que es bueno cuestionarse cosas que son obvias. Y una de las razones por las que me atreví a publicarlo es que todas las familias son relativamente parecidas y si no tienen a un miembro perdido, tienen una tía loca o a un hijo que es una oveja negra.

¿En qué instante se produce el punto de inflexión y decide escribir Missing?
Cuando Carlos me pide que lo haga. Le dije la verdad, que quizás podría escribir un reportaje más grande (Fuguet publicó, previamente, en la revista peruana Etiqueta Negra, un artículo sobre la historia del protagonista), pero que si quería que el libro saliera debía darme libertad total y que lo bombardearía con preguntas personales cuando estuviéramos juntos y a través de correo electrónico. Fueron entre tres y cuatro semanas en las que le envié unas 4.000 preguntas.

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¿Qué es lo que más le sorprendió tras ese intercambio de información?
Que nunca controló su vida. Muchas vidas terminan armándose no por el descontrol desde la connotación negativa, sino que son fruto de no tomar decisiones. Carlos es como la historia de una hoja en la que el viento decidió su futuro.

Carlos y usted siempre empatizaron muy bien...
Me podía identificar con él en muchas cosas como el desarraigo o la sensación de ser extranjero. No me atraen los asesinos en serie, los pedófilos o las personas que gustan de ostentar el poder, Carlos tiene más relación con personajes de otros libros de mi autoría.

¿Es este libro un ajuste de cuentas?
Podría ser, pero más que relacionado a la palabra venganza tiene que ver con el hecho de ordenar.

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A su tío le ayudó a encontrarse consigo mismo...
Sí, pero pensé que podía ayudarlo más. No le cambió la vida, que es distinto. De cierta manera me sentí frustrado porque creí que la ficción podía ser más fuerte y solo modifica, ayuda, calma, ordena, ajusta...

¿Sigue Carlos con esa vida desordenada?
Un poco peor. Además, el hecho de que no esté perdido le impide tener una mayor libertad interior.

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Es que salir a la luz pública, en su caso, significaba según él mismo un verdadero "suicidio social"...
Creo que mucha gente lo ha pensado. Emigrar también es eso, el escapar del lugar de origen que no dio las condiciones para realizarse. Hay algo de venganza, odio, rabia y por supuesto pena de la tierra que se abandona. Carlos quería que su historia llegue a otra gente y reflexione sobre la decisión de emigrar, porque el sueño americano o europeo no está garantizado.

¿Cuál fue la reacción de la familia al descubrir lo que había pasado en su vida?
Muy buena, porque entre otras cosas esta experiencia no encerraba un sentimiento de venganza.

¿Transformó este libro la vida de los Fuguet?
Yo creo que la ordenó. No sé si le dio grandes alegrías, pero encontrar a Carlos fue muy emocionante. Yo estaba muy orgulloso y contento. Carlos también. El contacto es permanente.

¿Quería emular a James Ellroy, Raymond Carver o Richard Ford que han escrito libros similares?
Me di cuenta de que había pocos libros hispanos o latinos de ese tipo. Leí obras y vi películas que no tenían nada que ver con la narrativa que yo quería contar. Fue muy grato meterme en libros de autores que admiro como Ellroy, Carver o Ford... Vi que el libro era una especie de road movie y eso no cualquiera lo puede hacer.

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Hay una innovación en el lenguaje y en la estructura...
No fue a propósito y tampoco creo que sea tan distinto al resto de mis libros. Siento que fue una evolución natural, pero nunca traté de quebrar nada. Lo que ha cambiado en mí es la realización de películas. Ahora escribo más visualmente. Para un escritor es imprescindible tomar en cuenta que el disco duro del lector está bombardeado de imágenes de películas, de televisión, de chats, no solo de libros.

¿Cómo ve a la generación McOndo (Fuguet fue uno de los propulsores de esta corriente literaria)?
No estoy muy de acuerdo con usar la palabra McOndo, prefiero contemporáneo, real o 3.0. La gente ya captó, aunque hay alguno que aún no, que América Latina no es solo realismo mágico. La pureza no existe.

¿Qué le ha dado y qué le ha quitado el realismo mágico a América Latina?
La gente insiste en que el realismo mágico existe, yo creo que no. Obviamente hay folclore, tradiciones, ritos autóctonos, influencias indígenas. Del realismo mágico salieron libros importantes, pero ni una película. Una de las obras es Cien años de soledad que, sin embargo, la veo como un libro de Harry Potter, que es una fantasía que quizás tuvo que ver con la idea que creen algunos de que así fue América Latina y tengo la impresión de que nunca fue así. El lado negativo tiene que ver con lo social, lo geopolítico y la idea de que América Latina sea tan rara que cualquier cosa puede ocurrir. La cultura está ayudando a que la percepción del exterior cambie. Mucha gente se aprovechó y en España se ven, por ejemplo, personas que siguen tratando de vender esa América Latina mítica, exótica.