Sonreía feliz de que le tomaran fotos mientras colocaba su dedo pulgar en un sello para registrar con su huella dactilar la firma, después de haber sufragado por primera vez.

David Ponce, de 17 años, sufre parálisis cerebral de grado moderado que le impide analizar las preguntas, pero sí entender que tiene derecho al voto. Lo hizo en la junta 246 en el colegio Amarilis Fuentes, hasta donde acudió en una silla de ruedas que empujó su madre, Esperanza Cáceres.

Balbuceó unas palabras que Esperanza tradujo. Ella tomó la papeleta y eligió la opción que, aseguró, le pidió su hijo. Ella es estilista que vive en la cooperativa Nelson Mandela de la Isla Trinitaria, zona considerada roja por su nivel de criminalidad. No obstante, ella esperaba que la consulta sirva para que haya paz en su barrio.

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Como Ponce decenas de menores de 18 años ejercieron ayer su derecho al voto. A Jéssica González, de 17 años, le tocó integrar, como segundo vocal la junta 165 de mujeres del Colegio Técnico Simón Bolívar, en la parroquia Tarqui.

Ella estudia ingeniería comercial en la Universidad de Guayaquil y está en su séptimo mes de embarazo, y decidió acudir y no excusarse, “porque para retirarse debía hacer todo un papeleo”. Se enteró de su nombramiento una semana antes de las elecciones y este miércoles se capacitó en el Consejo Nacional Electoral (CNE). Otras dos estudiantes universitarias formaron parte de la junta donde estaba Ponce.

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Darío Aucancela, de 17 años, hizo uso del voto facultativo en la junta 2 de la Escuela República de Cuba, en la parroquia Bolívar Sagrario. Dijo que aprobó y reprobó equitativamente las preguntas. Sostuvo que acudió a sufragar porque el certificado de votación se lo exigen en el colegio Juan Montalvo, donde estudia.

Pero otros jóvenes como María Belén Campoverde, de 17 años, decidieron no acudir a votar. Ella, por ejemplo, no poseía cédula de identidad y por eso no tuvo interés en analizar las preguntas de la consulta. “Ya para las próximas elecciones estaré preparada”, aseguró.