La crispación de las relaciones Ecuador-Estados Unidos por las unidades policiales que recibían apoyo de ese país llegó al punto de que en plena retórica antiestadounidense se intentó armar una estrategia para aislar a la Embajada en Quito y obtener una reunión Rafael Correa-Barack Obama, al tiempo que, en privado, se pedía ayuda para mantener la cooperación y obtener fondos de organismos multilaterales de crédito.

Así lo revelan varios cables enviados a Washington por la Embajada entre febrero y abril del 2009, en los que no se pierde de vista la coyuntura en Ecuador: el escándalo por el caso del exsubsecretario José Ignacio Chauvin y sus encuentros con miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), al que los medios llamaron “narcopolítica”, las elecciones de abril y la crisis económica.

Según el cable Nº 192204 del 13 de febrero, “la letanía de retórica hostil” del Gobierno ecuatoriano seguía aumentando por los casos del Centro de Operaciones Anticoyoterismo y la Unidad de Investigaciones Especiales, y con acusaciones de que los agregados de la Embajada habían robado información, realizadas por Correa y el ministro Miguel Carvajal.

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El día anterior, el sitio web de la Presidencia había publicado una noticia sobre una conversación entre el embajador de Ecuador en Washington, Luis Gallegos, y un congresista norteamericano (James McGovern), que criticaba las acciones de la Embajada y las consideraba ‘inconsistentes’ con la política de Obama. En un documento adjunto, incluso se incluía una disculpa de un funcionario del Departamento de Seguridad Interna por la carta de Armando Astorga, con la que se terminó la cooperación con el COAC. (El link existe, pero el documento ya fue removido).

Para la Embajada, la intención era clarísima: sugerir que la misión actuaba por su cuenta y no seguía las instrucciones de Washington. Y se destaca la estrategia de jugar a “David vs Goliat” por la coyuntura interna.

La semana siguiente, la crispación se convirtió en crisis con la expulsión de Mark Sullivan, primer agregado de la Embajada, acusado de ser jefe de la CIA (Central de Inteligencia) en Ecuador.

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En el cable Nº 194442, calificado como secreto, del 27 de febrero, se cuenta la reunión del entonces canciller Fander Falconí con la embajadora Heather Hodges del día anterior. Ecuador esperaba la aprobación durante la cumbre del G-7 (las economías más ricas del planeta) de un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo por $ 600 millones. Para ello se necesitaba una evaluación del Fondo Monetario, con la que Correa quería cooperar. Ecuador esperaba que el G-7, del que EE.UU. es miembro, aprobara este crédito.

Al hablar de las relaciones bilaterales, Hodges puso en claro varias cosas: debido a los últimos acontecimientos era mejor dejar que las cosas se calmaran para reflexionar, pero en el tema de las unidades policiales que recibían ayuda de su país, era necesario seguir los procedimientos que se aplicaban en todo el mundo.

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Hodges también insistió en que ya se había hablado de formalizar estos acuerdos, aunque no se incluirían todas las condiciones que pedía EE.UU.

La conclusión del cable era que si bien Ecuador quería retomar la cooperación a pesar de los exabruptos de Correa, para EE.UU. los problemas eran serios y solo se solucionarían con tiempo y esfuerzos.

Además de las sospechas de distraer la atención por el caso Chauvín, para los estadounidenses un factor que contribuía a la crisis era el desconocimiento sobre la cooperación con estas unidades debido a la poca comunicación interna en el Gobierno y “lo que creemos fueron esfuerzos deliberados para darle (a Correa) información parcial, calculada para irritarlo”.

El mismo 27 de febrero llegó a la Embajada un cable desde el Departamento de Estado, uno de los pocos que no tienen origen en Ecuador del grupo que Wikileaks entregó a este Diario, y que relata el encuentro del embajador Gallegos con Thomas Shannon, secretario adjunto para el Hemisferio Occidental, del 7 de febrero.

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Gallegos quería encontrar una solución diplomática. A su vez, Shannon destacaba que “la diplomacia de megáfono” no ayudaba y que era sorprendente este tono áspero al inicio de la administración de Obama.

La semana siguiente, de acuerdo con el cable Nº 195473, la estrategia de la Cancillería fue más clara: propiciar una reunión Correa-Obama para fijar una agenda de cooperación antes o después de la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago a mediados de abril.

En una reunión entre Hodges y el secretario Jorge Orbe, el 4 de marzo, esta resaltó que seguían los problemas porque nuevamente Carvajal había acusado a Sullivan de ser agente de la CIA, que la Policía ya no intercambiaba información con la DEA y que Washington estaba considerando expulsar a un diplomático ecuatoriano.

Sobre la cumbre, Hodges señaló: “Necesitaríamos empezar con pequeños pasos antes que en la cima”. A principios de marzo, la Cancillería, a través del embajador Juan Salazar, insistió sobre la cumbre, que “podría ser breve pero muy beneficiosa”. Finalmente, la cumbre no se dio, pero las tensiones tampoco bajaron.

En el cable Nº 196191, la misión advierte que por la falta de un pronunciamiento de Washington, luego del 19 de febrero, hay la impresión en Ecuador de que los funcionarios no estaban actuando apropiadamente y merecían la expulsión.

Revise los cables de Wikileaks

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