ORLANDO |

Me vine a la Florida por unos días con la idea de que mis dos hijos debían conocer el Mundo de Disney antes de abandonar su infancia y adolescencia, pero quizás fue solo un pretexto, y soy yo el que necesitaba una fuga momentánea del Mundo de Pesadillas en que nos están obligando a vivir a los seres humanos.

Ni al Capitán Garfio se le hubiese ocurrido construir, por ejemplo, dos o tres plantas nucleares rodeadas por millones de seres humanos en el país de los terremotos y los tsunamis. El accidente de Chernóbil (1986) fue la prueba palpable de que el comunismo (y su estúpido intento de que un Estado de burócratas lo controle todo) estaba condenado a desaparecer. ¿Recordaremos del mismo modo a Fukushima, como la prueba final de que tampoco el mercado capitalista debería decidirlo todo, sin controles ni regulaciones, porque podríamos acabar en otro infierno? La energía nuclear no será una alternativa en muchísimo tiempo. Las bolsas de Tokio y Nueva York nunca lo quisieron entender. Sus apostadores solo se fijaban en sus bellos dividendos, ignorando a los científicos que exigían una moratoria en su utilización. ¿Les haremos caso esta vez o el miedo será solo momentáneo?

El dragón del castillo de la bruja que hechizó a la Bella Durmiente echaba fuego, pero hasta donde yo sé solo chamuscó al Príncipe Azul. Muamar Gadafi, en cambio, ha querido barrer con fuego a todo un pueblo que dormitaba pero que por fin despertó. Aun así, muy pocos acuden en su ayuda. Las grandes potencias de Occidente lo hacen a regañadientes. Se sentían satisfechas con Gadafi. Pero nuestra Cancillería, ni siquiera eso. No ve, no oye, no dice nada, para “no hacerle el juego al imperialismo”. “Abajo el imperialismo, viva el genocidio de Gadafi”, es su grito de combate.

En el Mundo de Disney, el dolor, la tristeza y el miedo sí existen. A la mamá de Bambi la matan. La reina de Blanca Nieves se transforma en una bruja en medio de conjuros espantosos. Campanita traiciona a Peter Pan. Pero ni los niños ni los papás lo notan, y al final triunfan los buenos. ¿Ocurrirá así en el Mundo de Rafael? Allí los neonatos se mueren, los sicarios matan, los carteles de la droga se nacionalizan, los ministros roban, encarcelan a los inocentes y persiguen a los periodistas por contar que todo esto ocurre.

¿Cómo será el final de todos estos cuentos que les he recordado? ¿Adónde irá a parar el Mundo de Pesadillas que nuestro gobernantes desean? ¿Les diremos sí o les propinaremos un durísimo NO. No lo sé, pero veo a mis hijos, y a otros niños y jóvenes, de distintos países y colores de piel, que corretean, juegan y se ríen bajo este cielo soleado de la Florida, y confío en ellos. Están aprendiendo. Aun el más chiquito de los míos sabe que todo esto que vemos es solo un sueño, y llega un momento incluso que se aburre.

Aun a su edad, todos ellos ya conocen que en el mundo real matan y se sufre. Así que deben prepararse. Que lo hagan del mejor modo. Ayudémoslos en todo lo que esté a nuestro alcance. Porque son nuestro Príncipe Azul, los únicos que pueden salvarnos.