Jorge Martillo Monserrate
.- Lo juro. Si la escuchas cantar y ver en escena, alucinas con Alejandrina Hernández. Te seduce con su voz coronada por flores y espinos. Me sucedió en Montañita, poblado de olas altas, aires libres y harta magia.

Esa noche saludaba a mis amigos del emblemático Hachís Bar -sin que una miserable gota de licor navegara por mi sangre-, en eso Hachís All Stars, la bandola de planta, empezó a entonar El cuarto de Tula y una cantante negra -luego de templarse un trago de tequila-, de lo más festiva se desmandó ese son cubano y luego un blues con desgarrada tristeza.

En ese vaivén de son, blues, salsa y bolero transcurría la velada. Y la gente en Hachís Bar: alucinando no tan solo por su voz, también por la fuerza expresiva de su dominio escénico. Y más por esa autenticidad y don de regalarte a manos llenas, y a la vez: felicidad y nostalgia. Caricias y harteras puñaladas.

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La siguiente tarde conversé con Alejandrina, quien nació en Esmeraldas -y prefiere no precisar fechas-. Sus padres eran de Tumaco, pueblo afrocolombiano.

"Mi vida nunca fue fácil, confiesa, realmente fue muy difícil lanzarme a la música porque a mí desde niña me tocó trabajar. O trabajaba o cantaba". Recuerda que cuando era muy niñita, a las 6 de la tarde comenzaba a la magia escuchando lejanos boleros que ignoraba brotaban de las rocolas de los salones de su barrio esmeraldeño. Ya en Guayaquil, a los 13 años, se atrevió a cantar en radio Cristal en un concurso de aficionados. Interpretó el pasillo Desdén y ganó el segundo premio.

Residiendo en Cali a sus 18 años, cantaba baladas en algunas emisoras. Pero nunca fue fácil sobrevivir como artista, entonces estudió belleza integral unisex.

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Su vida ha sido un ir y venir por Ecuador y Colombia. En 1987, después de vivir con sus hijas alejada de la música en San Andrés Islas, Colombia, decide viajar a Bogotá para dar a conocer sus blues que solo le cantaba a sus pequeñas. Trabaja en una peluquería y frecuenta un bar de la Zona Rosa hasta que en 1992, Mango, una banda de reggae music, la invita a cantar.

Ahí la conoció el teclista de Carlos Vives, que además tenía su grupo Distrito Especial y la convida a cantar en su show. "Esa noche estaba nerviosa, casi no me dejan entrar al sitio porque pensaban que yo iba a rebuscar, cuenta. Empezó el show, dije que hiciera reggae music y empecé con un lamento de Donna Summer, me fui soltando, no sé de dónde me salió tanta inspiración y esa gente estaba alucinando conmigo".

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Esa noche se le abrieron nuevas puertas. Actúo en un musical en el teatro TTB de Bogotá. Cantó lamentos en la telenovela En cuerpo ajeno, con Amparo Grisales.

Empezó a cantar en diversos sitios y hasta tuvo Subterráneo Bar, su taberna y también su banda de reggae, son cubano y música colombiana. Después de cantar en El Zaguán del Viejo Conde con Gerardo de Francisco, su Margarita de Francisco - La Gaviota de la telenovela Café con aroma a mujer- la invitó para que conformara su coro en un CD que iba a grabar. Todo iba bien pero ese proyecto se suspendió de pronto y los ánimos de Alejandrina también.

"Un día de 1996 me sentí muy triste y dije: No quiero seguir cantando". Entonces se hizo artesana y empezó a viajar por Colombia. Hasta que se afincó en la isla de Jambelí, El Oro, donde instaló, hasta hace poco tiempo, el hostal La Casa de la Luna. Ahora, otra vez, está en la ruta del canto porque quiere grabar un CD y también escribir canciones para otros intérpretes. Desde hace seis meses está en Montañita donde canta cover y también sus blues que son un retrato de su vida.

"Tengo una historia intensa para contar que cualquier novela o película se queda en pañales ante las vivencias que me ha tocado vivir para salir adelante. Pero nunca permití que el dolor, la tristeza, el abandono o la rabia, el odio, o la agresividad de otras personas me mataran. Siempre dije: Un día va a ser mi día. Y cuando estaba triste, cantaba. La música es un bálsamo que me limpiaba el alma. Mi vida es música", expresa Alejandrina con una sonrisa que ilumina las arrugas de su rostro oscuro.

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Todos los fines de semana, Alejandrina Hernández manda al alucine a la gente de Hachís Bar. Más aún cuando canta su blues Caminante: "Errante vagabunda por el mundo voy/ Sin puerto que me ate/ Siempre libre soy/ Peregrinando por la vida/ Dejé de lado los dolores/ Y he guardado los placeres en un rincón del corazón/Llevo la música en el alma/ Y un buen blues para cantar/ Y también llevo marihuana por si me tocara llorar/ Oh sí, alegre por la tierra voy/ Oh sí, cantando alegre estoy/ El camino que ha quedado atrás/ No lo puedo encontrar jamás/ El camino que quedó de lado/ Hoy no lo puedo recuperar".

Lo juro. La voz de Alejandrina Hernández te alucina, si no lo crees, acude a Montañita y cuando alucines, bebe una cerveza en mi nombre.