EFE
PARÍS.- La intérprete francesa María Schneider, quien falleció ayer a los 58 años víctima de un cáncer, fue considerada como una actriz maldita que pasará a la historia por haber dado la réplica a Marlon Brando en El último tango en París.

Aquel papel, que interpretó con 19 años, bajo las órdenes de Bernardo Bertolucci, fue el preludio de una carrera en la que se ilustró junto a otros grandes del séptimo arte, como Michelangelo Antonioni, Jacques Rivette, Claude Chabrol o Franco Zeffirelli.

Pero su interpretación de Jeanne en la cinta de Bertolucci fue también una experiencia traumática para una joven intérprete que se vio encerrada en papeles eróticos que le impidieron mostrar un talento más diverso y rico, como señala el director de la Cinemateca francesa, Serge Toubiana.

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Hija del actor Daniel Gélin, que nunca la reconoció y de la modelo de origen rumano Marie-Christine Schneider, nacida el 27 de marzo de 1952, la joven intérprete comenzó su carrera en el teatro con tan solo 15 años, antes de pasar a la gran pantalla de la mano de Terence Young en LArbre de Nol, de 1969.

Posteriormente compartió reparto con Alain Delon en Madly, de Roger Kahane, y participó en otro par de películas antes de que fuera seleccionada por Bertolucci para su cinta. Fue el director italiano quien la eligió personalmente de entre un centenar de jóvenes que se presentaron a la selección.

Era una gran oportunidad para ella, pero el imponente papel en la polémica obra acabó por encasillarla. Además de provocarle una profunda crisis personal, porque, como aseguró, era demasiado joven e inocente para un papel tan crudo. En alguna ocasión llegó a contar que Bertolucci no le avisó de la escena en la que Brando le practicaba sexo anal ayudándose de mantequilla, que fue tan real como aparece en la película.

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Tras aquella aparición, Schneider no quiso volver a salir desnuda en ninguna de las películas en las que trabajó. En contra de su voluntad se convirtió en una figura de la revolución sexual junto con Brigitte Bardot, en cuyo apartamento vivía mientras se rodaba esa película.

Aunque el destino le reservaba otra gran aparición, de nuevo, junto a un grande del cine, Jack Nicholson. Fue en Professione: reporter, de Antonioni, donde interpretó a la misteriosa mujer que encuentra el reportero recién llegado de África. Su destino parecía unido a grandes intérpretes y en los años siguientes apareció junto a David Bowie o Gérard Depardieu, entre otros, además de rodar bastantes cintas en Italia.

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Pero en paralelo a su carrera interpretativa, Schneider parecía cerrarse sobre sí misma y ahí comenzó a labrarse su fama de actriz maldita, entre drogas y depresiones. Merry Go-Round, de Rivette, Limposteur, de Luigi Comencini, o La Baby-sitter, de René Clément, fueron algunas de sus principales apariciones.

En 1980 logró el César del cine francés a la Mejor actriz secundaria, por su actuación en La Dérobade, la mayor recompensa que atesoró. Mientras el cine le daba la espalda, Schneider encontraba refugio en la televisión, donde protagonizó diversas series.

De retorno al cine, en el 2000 protagonizó Les acteurs, de Bertrand Blier, donde se interpreta a sí misma. Su última aparición en el cine data de hace tres años, cuando tuvo un papel en Cliente, de Josiane Balasko.