AFP
Nueva Friburgo-Teresópolis, Brasil.- Los socorristas descubrieron más víctimas ayer bajo montañas de lodo y casas destruidas, con lo que la cifra de muertos por lluvias torrenciales y grandes inundaciones en el norte del estado de Río de Janeiro llegaba ayer a 524 y aún se desconoce el número de desaparecidos.

Los pobladores de las ciudades afectadas, como Nueva Friburgo, Teresópolis, Petrópolis y Sumidouro, enfrentaban ayer un panorama de caos, búsquedas de cuerpos y ansiedad por la llegada de más lluvias.

"Las lluvias van a continuar al menos hasta el miércoles de la próxima semana en la región serrana de Río de Janeiro. La previsión es de una lluvia débil, pero continua, lo que es malo, porque favorece nuevos deslizamientos", informó ayer el jefe del Centro de Previsión del oficial Instituto Nacional de Meteorología, Luiz Cavalcanti.

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En Nueva Friburgo, largas filas de autos de vecinos intentaban abandonar la ciudad inmersa en el barro y que no tiene ni agua ni luz, compitiendo por el estrecho espacio en la semiderruida carretera con bomberos y ambulancias que entraban para continuar las labores de rescate. Mientras, algunos de los barrios periféricos de la ciudad, muchos aislados y abandonados tras la tragedia, eran fruto de saqueos, según denunciaron los vecinos.

Torrenciales lluvias la madrugada del miércoles provocaron deslizamientos de tierra y ríos de barro que arrastraron todo lo que encontraron a su paso, incluidas casas donde los pobladores dormían.

Autoridades han llamado a la población a dejar sus casas en las zonas de peligro, "porque hay áreas donde hay riesgo de deslizamientos, desbordamiento de ríos".

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Y mientras cientos de personas todavía buscaban a sus familiares o intentaban reconocerlos en morgues improvisadas en locales públicos, como una iglesia y una comisaría, los familiares comenzaron a enterrar a sus muertos en lo que quedaba de los cementerios locales. "No tienen noción de lo duro que es ver llegar tantos cuerpos de niños... Es horrible", dijo un bombero.

Al anochecer del jueves, voluntarios descalzos arrastraron un generador y luces hasta el cementerio de uno de los pueblos, donde casi 200 nuevas tumbas que estaban recién excavadas yacían abiertas a la espera de víctimas.

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Los gimnasios se han convertido en centros de acogida de la gente que lo perdió todo y que está a la espera del dinero prometido por el gobierno.

Es el peor desastre natural que azota la mayor nación sudamericana desde las inundaciones y deslizamientos de 1967 que dejaron 785 muertos.