Un niño que nació para la arquitectura es ahora un hombre que disfruta de su vida sin arrepentimientos del pasado.

Juan Víctor Hugo Péndola Avegno nació en Guayaquil el 31 de mayo de 1932, de padre chileno-italiano y madre guayaquileña, Victorio Péndola y Adela Avegno.

Estudió la primaria en el Liceo Ecuador y la secundaria en el Cristóbal Colón. Cuando fue a la universidad, no dudó ni un segundo en estudiar arquitectura. Era lo que siempre soñó desde pequeño.

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Fue uno de los primeros estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Guayaquil, donde se graduó en 1960. En ese mismo año fundó el Colegio de Arquitectos de Guayas, cuya sede se ubica en la av. del Periodista. Fue también profesor auxiliar y decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica.

Años más tarde fue invitado para realizar un estudio de planeamiento de Guayaquil. Era la época de la dictadura militar, cuando el general Guillermo Rodríguez Lara ejercía la Presidencia.

Los estudios proyectaban en qué zonas era más idóneo construir y qué tipo de edificaciones levantar, los sectores que podían ser comerciales o residenciales. El trabajo agradó a Rodríguez Lara, que en mayo de 1973 lo designó Alcalde.

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En su periodo, Juan Péndola amplió el sistema de alcantarillado de Guayaquil. Asumió la Alcaldía con muchas falencias. Cuenta que existían deudas que nunca nadie quiso pagar. Debido a ello y por la presión que tuvo durante esos años, en enero de 1976 renunció.

El trabajo en la Alcaldía lo agotó por completo, pero se fue satisfecho. “Yo sentí que hice un cambio para la ciudad”. Eso sí, el día que llegó a su casa juró nunca más meterse en política. A sus 78 años lo sigue cumpliendo a rajatabla.

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LA KENNEDY, SU CASA

Compró una casa en el año 1978 a la Junta de Beneficencia en Kennedy Vieja, frente al parque. Ahí vivió gran parte de su vida y vio cómo la ciudadela fue cambiando con el crecimiento del parque, el nacimiento de la clínica Kennedy, del Policentro y Plaza Quil.

Él fue uno de los gestores del Policentro. Cuando aún era Alcalde, en un viaje diplomático a Bogotá, conoció el Unicentro, en el centro de Bogotá, y quedó fascinado con su arquitectura. A su retorno, planteó la idea a la Junta y lo hicieron realidad para el año 1979.

En el tiempo que vivió en Kennedy Vieja estaba casado con Olga Recalde, de quien se divorció después y con quien tuvo 3 hijos.

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Después de que salió de la Alcaldía, Juan Péndola, empezó a sentirse mal de salud. Las pruebas evidenciaron un cáncer de mandíbula. Se fue a vivir a Miami durante tres años para iniciar el tratamiento. Llegó a la casa de Carlos Pérez Perasso, con quien tenía una estrecha amistad desde la juventud.

Allá se radicó con su segunda esposa, Olga Molestina, con quien también tuvo tres hijos.

Requirió un trasplante de quijada, quimioterapias y un costoso tratamiento. “Por suerte tenía el dinero que me habían pagado de un proyecto que tuve en Esmeraldas”.

Cuando superó la enfermedad regresó al Ecuador para trabajar en proyectos de vialidad. También se volvió a divorciar.

Viajó algunas veces a Italia para visitar a sus familiares y para conocer más culturas. Es un fiel amante de la buena literatura y de un buen tabaco. A pesar del cáncer, no ha dejado de fumar una cajetilla diaria.

Su actual esposa, Gisella Orellana, con quien se casó en 1997, cuenta que no puede hacer nada sobre ello. Juan expresa con una sonrisa desafiante: “Estoy esperando el segundo cáncer”.

Mientras transcurre la entrevista, mantiene encendido un cigarrillo. Se relaja y cuenta convencido de que este tercer matrimonio es el definitivo. “Trabajaba en el local junto al mío (junto a su estudio de arquitectura, en la Kennedy) y yo le dije a un empleado, esa mujer será mía”.

Después de muchas evasivas, por pedido de la hija de Péndola, Gisella fue a trabajar como asistente de él. Se enamoraron y después de vivir juntos dos años, se casaron. Con ella tiene otros dos hijos.

EL ESTUDIO Y LA PLAYA

Ahora dedica tiempo a sí mismo, en su oficina, donde hay libros, planos y nostalgias de su vida. Sabe que una calle en el sur de la ciudad lleva su nombre, aunque no la haya visitado nunca.

Actualmente vive en la urbanización Río Guayas, va a Salinas cada vez que puede, porque ir allá le recuerda los paseos que tenía con su padre por el año de 1942, cuando era un niño de 10 años.

Después de dos horas de charla y 18 cigarrillos, concluye que no tiene prisa por la muerte, ni le da miedo la agonía. Tiene muchas ganas de ver crecer a sus ocho genios, como llama a sus hijos, y compartir con su esposa la paz y la felicidad de sus días.