Importante discusión proponen Juan Ponce y Alberto Acosta sobre la evolución de la pobreza entre la población indígena como manifestación de las falencias de las políticas instrumentadas por el actual Gobierno, tanto en aquellas referidas a las políticas de transformación productiva como lo que denominan “tendencias inerciales en las políticas sociales de la época neoliberal, que resultan insuficientes en muchos campos, a más de ser todavía carentes de una visión estratégica e integral”. Ello, argumentan, a pesar de que ningún gobierno contó con tantos recursos como el del presidente Correa. La ministra Nathalie Cely, en carta pública dirigida a la revista Vanguardia, donde se publicó un resumen del artículo de Ponce y Acosta, rebate los argumentos, basándose en algunas de las cifras que los autores emplean, para afirmar que “la pobreza de los indígenas no aumentó como se afirma en la versión que circuló en su revista, al contrario, se redujo entre 2008 y 2009”.

¿Qué dicen las cifras del INEC sobre pobreza? En primer lugar, que en el periodo 2000-2009, la pobreza por ingresos, es decir aquella parte de la población que no tiene suficiente para satisfacer la canasta básica de consumo, bajó de 64,7% a 35,8%, y que la indigencia, es decir la población con ingresos insuficientes para satisfacer la canasta alimenticia, bajó de 40,7% a 15,5%. Segundo, la reducción de la pobreza fue más rápida hasta el 2006 que después. Tercero, que la pobreza en todas sus formas descendió más en las zonas urbanas que en las rurales. Cuarto, que ella se redujo más en la Sierra que en la Costa y en la Amazonía. Quinto, de acuerdo a un estudio de Rimisp, el mayor número de pobres en zonas rurales y centros urbanos menores se localiza en la Costa. Sexto, que la pobreza más dura, aquella que tiene ingresos insuficientes y necesidades básicas insatisfechas, tiene, en general, rostro de indígena, mujer jefe de hogar, vive en zonas rurales y tiene bajo nivel educativo o es analfabeta.

¿Por qué la pobreza bajó más hasta el 2007 que después? Fundamentalmente diría que muchas de las personas que perdieron sus empleos por la crisis 1998-2000 lograron rearticularse a la actividad productiva, la que se expandió de manera importante en el periodo 2002-2007. La reducción de la pobreza estuvo marcada por mayores oportunidades de empleo, incluso en ausencia de inversión social significativa. A partir del 2008 ese dinamismo económico bajó, por una mezcla de factores externos e internos. Sin embargo, la inversión social importantísima del Gobierno logró amortiguar su impacto negativo.

También es cierto que cuando se busca reducir la pobreza, los efectos de las políticas son mayores en un inicio, pero reducir la pobreza estructural es mucho más complejo y se produce en la generación siguiente. Esa es también la lección de países como Brasil y Chile que redujeron la pobreza a 25% y 13%, respectivamente, pero tienen problemas en reducir ese núcleo duro. Sabemos hoy que la reducción sostenida de la pobreza requiere crecimiento económico, manejo sostenible de los recursos naturales y políticas sociales de calidad, acciones que deben ser territorializadas, las que deben tener permanencia en el tiempo.

Entonces, más allá de la discusión sobre si se redujo o no la pobreza entre la población indígena y rural, lo cierto es que se avanzó poco y esto nos debe hacer pensar que reducirlas es una de las tareas nacionales más importantes.