Yaco Martínez
SANTA BÁRBARA, Sucumbíos.- El rostro de un pequeño, con un águila tatuada en el hombro y un medallón de cuero del Che Guevara colgándole del cuello, apegado al corazón y a sus ojos bien abiertos, es la imagen que dejó Jimmy López Yépez en su padre y amigos que lo vieron por última vez, en la morgue, antes de la necropsia en el Hospital Civil de Ipiales, Colombia, y en su hogar, en la parroquia Santa Bárbara, Sucumbíos, donde fue velado y sepultado la tarde del sábado.

La imagen del "niño guerrillero" que murió en un campamento de las FARC, el lunes de la semana pasada, tras un bombardeo del Ejército colombiano, a menos de 700 metros de la línea de frontera con Ecuador, la conocían los habitantes de esta parroquia.

Pese a sus 12 años era "como un viejito". Aprendió a manejar motos y camiones, de ahí que acompañaba en los viajes a los dueños de carros pesados hacia Ibarra, Lago Agrio, Tulcán o Quito, para llevar $ 5 o $ 10 a su hogar. Su padre, Ruperto, dice: "Para mi hijo echarse un quintal de papa al hombro era normal".

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Jimmy jugaba fútbol y voleibol, pero apostando con los adultos del pueblo. Lo único que hacía con chicos de su edad era ir a estudiar al colegio La Merced, de Santa Bárbara (cursaba el octavo año básico) y conversar de la guerrilla, pero al parecer solo logró convencer a su enamorada Doris Cadena, de 15 años quien salió de su casa a inicios del mes. Desde ese momento no la volvieron a ver sino hasta el pasado jueves, cuando llegó en una funda plástica, con siete tiros en el cuerpo.

El 5 de noviembre, sus padres, Efrén Cadena y Lucía Benalcázar, buscaron a la última de sus tres hijos por todas partes.

Días después se enteraron que estaba en un campamento del frente 48 de las FARC, en el sector La Estrella, parroquia La Victoria, Colombia, frente a la comunidad La Arena, Santa Bárbara.

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Fueron tres los intentos en los que familiares caminaron hasta La Estrella, a menos de 700 metros del río Chingual, límite internacional entre Ecuador y Colombia.

Ahí hay una escuela y aparentemente las viviendas circundaban al campamento guerrillero, que fue destruido por cuatro bombas que cayeron desde las 02:00 del lunes, desde una avioneta del Ejército, y luego fue rematado por una infinita ráfaga de ametralladora desde el aire, comentan los comuneros, quienes coinciden en que la presencia de la guerrilla en el sector es "un secreto a voces", que lo conoce toda la población y el Ejército ecuatoriano, pero nadie dice nada, "porque es meterse en problemas".

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En los intentos por rescatar a la menor, los familiares de Doris Cadena recibieron como respuesta de los jefes guerrilleros que no la devolvían, porque ella quería ser parte de las FARC.

En uno de los intentos por rescatarla, "se puso grosera y dijo que no quería regresar". Parecía que le habían dado alguna cosa, porque ella era muy tranquila, dijo uno de sus familiares, quien desde el viernes llegó al velatorio y posterior sepelio, en Santa Bárbara, el sábado.

Ante la insistencia de los familiares porque devuelvan a su hija, los jefes guerrilleros habían dicho que la iban a tener un mes y si no se enseñaba la devolvían.

Pero la espera se tornó más angustiosa el 15 de noviembre, cuando escucharon las detonaciones que venían del lado colombiano. Apenas aclaró, todos en el pueblo de Santa Bárbara y sus comunidades comentaban lo sucedido y coincidían en la suerte que corrieron Jimmy y Doris, los menores que hacía diez días ya formaban parte de la guerrilla.

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El padre de Jimmy intentó por dos ocasiones, durante el tiroteo de la mañana, con un costal como bandera, acercarse al sector, pero fue imposible porque "los rafagazos" eran intensos y no se podía acercar mayormente hasta el sector.

La mañana de ese lunes, todo el pueblo y militares ecuatorianos fueron testigos lejanos de cómo los helicópteros del Ejército colombiano evacuaron los cuerpos de nueve mujeres y siete hombres.

Ahora, todos en Santa Bárbara comentan del hecho, pero nadie lo hace abiertamente. Un oficial militar dice que los pobladores no les confían la información que conocen los comuneros por recelo a recibir represalias.

Los pobladores aseguran que todos conocen quiénes son del otro lado (guerrilleros). "Lo malo es que, al otro lado, se persiguen entre ellos (Ejército y guerrilla)". "Desde que los muchachos (guerrilleros) están al frente, se acabaron los asaltos en la vía, porque antes la delincuencia común se tomaba el nombre de la guerrilla y asaltaba, ahora que ellos están al frente ya no se escucha de robos. Antes se daban a plena luz del día", comenta un poblador.

En lo que coinciden militares y pobladores es que la guerrilla les promete mucho dinero a los incautos. "Regalan celulares, dinero, compran ropa o lo que pidan, para que formen parte de sus filas. Principalmente a las mujeres". "Les ofrecen un mensual para que les llegue a sus familias, pero eso no se sabe si es cierto", agrega un militar.

Conexiones: En la frontera
Telecomunicaciones
Antes de llegar al límite de Sucumbíos con Carchi, la señal de la telefonía ecuatoriana se pierde. En el sector no hay el servicio convencional de la Corporación Nacional de Telecomunicaciones. Pese a eso, muchos jóvenes y adultos andan con celulares a la mano. Es una señal de la telefonía privada de Colombia, que cubre todo el sector oriental donde Ecuador no presta el servicio.

Comercio
Los pobladores de Santa Bárbara están más conectados con La Victoria, Colombia, que con poblados ecuatorianos, no solo con las telecomunicaciones, sino en toda la parte comercial.