Periodistas, fotógrafos y camarógrafos empezaron desde muy temprano la jornada laboral del 30 de septiembre pasado. El amotinamiento de uniformados en el Regimiento de Quito Nº 1 acaparó por completo la atención de la prensa.

Los comunicadores sociales se dedicaron a registrar las escenas y testimonios de los sucesos que desencadenaron en violencia a lo largo del día y de los que también fueron víctimas.

A las 12:00, tras la intervención del presidente de la República, Rafael Correa, el rechazo de los policías hacia los periodistas se incrementó, provocando que varios fueran rociados en la cara con gas pimienta, golpeados o despojados de los equipos de trabajo que portaban.

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El ingreso al Hospital de la Policía, adonde llevaron a Correa después del enfrentamiento en el Regimiento, estaba restringido a la prensa, pero esta, evadiendo la vigilancia, logró entrar por la parte posterior del edificio, acceder hacia la terraza y luego llegar hasta el tercer piso, donde estaba el mandatario.

Alrededor de 30 comunicadores permanecieron dentro, buscando imágenes y datos hasta las 22:30, aproximadamente. Dentro del centro médico no se les impidió usar sus equipos, pero las bombas lacrimógenas y el cruce de balas los obligaron a permanecer agachados.

Estuardo Vera, reportero gráfico de este Diario y quien estuvo en el lugar, relata que al final de la jornada nadie les indicó si podían salir. Solo lo hicieron animados por el cese de las balas.

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Según la Unión Nacional de Periodistas (UNP), 40 comunicadores fueron agredidos: 20 periodistas, 10 fotógrafos y 10 camarógrafos. A varios los obligaron a borrar imágenes o a entregar sus equipos, que después vieron cómo se consumían en el fuego.