El compositor y director de orquesta Luis Gerardo Guevara Viteri cumplió 80 años de vida. Desde los 10 se dedicó a la música. Considerado uno de los mayores referentes del pentagrama ecuatoriano, Guevara se declara defensor del nacionalismo musical. Ha compuesto canciones en ritmo de sanjuanito, yaraví o albazo. Sin embargo, ese nacionalismo no ha hecho que Guevara se cierre a los cambios y, de hecho, es uno de los pioneros en vincular la música tradicional y la contemporánea. El director cuenta cómo fueron sus inicios y las dificultades que tiene que afrontar el músico ecuatoriano.

¿Cuándo nace su amor por la música?
Aunque nací a dos cuadras de la Plaza de la Independencia, entre la iglesia de la Merced y la Policía Nacional, me crié en el Conservatorio Nacional de Música, donde trabajaba mi padre como conserje. Allí se fue desarrollando el amor por la música sin que yo mismo me diera cuenta.

¿Cómo inicia sus estudios formales de música?
Ingresé al conservatorio gracias a una beca que me otorgó el doctor Sixto María Durán. La beca era para estudiar oboe, un instrumento del que hasta ahora hay pocos intérpretes. Al año de empezar las clases ya empecé a tocar este instrumento en la Sinfónica del Conservatorio, que a la postre se convirtió en la Sinfónica Nacional, viví el prenacimiento de la institución.

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Estudió en París, ¿qué tal resultó esa experiencia?
Ese viaje me cambió la vida porque las cosas en Europa en relación al arte y la música eran mucho más desarrolladas, especialmente en París. Fue una gran experiencia.

Tanto que permaneció trece años en Francia. ¿Pensó quedarse a vivir allá?
Nunca. Tenía claro que debía volver al país. A mí me pasó lo que a muchos migrantes les sucede, nos volvemos más ecuatorianos cuando estamos fuera de la patria.

Y cuando regresa, ¿qué panorama encuentra en el ámbito musical?
Para mi retorno en 1972 encuentro que en el país hay un profundo subdesarrollo musical: en ese entonces la Sinfónica apenas tenía 23 miembros, mientras que el Conservatorio sufría un proceso de transición al pasar de manos de la universidad al Ministerio de Educación.

En esa coyuntura, ¿cuál fue su aporte?
Obtuve el trabajo de director del coro de la Universidad Central y, además, pude formar la Sociedad de Autores y Compositores Ecuatorianos.

¿Actualmente hay un mejor panorama para los músicos?
Hay avances. Especialmente en lo referente al campo ocupacional, pero se deben impulsar programas de becas para que quienes quieran estudiar música puedan hacerlo aquí mismo, con maestros que habiéndose preparado en el exterior han vuelto al Ecuador. La sociedad debe entender que el músico no es un personaje que solo distrae, sino que es un profesional que tiene formación y es capaz de enseñar y lucir su arte.

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¿Qué músicos ecuatorianos contemporáneos destacaría?
Hay varios, pero si debo dar nombres me inclino por Juan Esteban Valdano y por el pianista y compositor Eduardo Florencia.

¿Usted es un nacionalista de la música?
Sí. Soy continuador de la línea de compositores como Luis Moreno y Francisco Salgado, que se inició en 1900. Pero también soy reconocido como el nexo entre la música tradicional ecuatoriana académica y la nueva composición nacional.

¿Cuál de sus composiciones es su favorita?
Soy sincero, la gran composición aún no la he escrito, y espero tener la fuerza y sabiduría para hacerla en lo que me queda de vida.