Él canta: “Si por pobre me quisiste/ busca rico que te dé/ rico será mañana / y del pobre te recordarás”. Y ella le responde: “Amarillo y colorado/ como la flor de la tuna/ no me celes con nadie/ porque no tengo a ninguno”. Él continúa: “Yo no soy pájaro verde/ ni perico y ni loro/ el desprecio que me hiciste/ lo siento pero no lloro”. Y ella agrega: “Cállate cholo bruto/ una mecha te ha salido/ me vienes a cantar tus versos/ si tú no me has conocido”.

Este contrapunto que realizan los amorfineros Gerónimo Lainez, de 85 años y padre de nueve hijos; y Maura Alejandro, de 72 y con 8 hijos, es habitual en la comuna Libertador Bolívar, situada a orillas del mar, en el cantón Santa Elena, a dos horas de Guayaquil, de donde ambos son oriundos.

Los dos personajes son populares en este balneario. Desde hace tres años, inducidos por sus conocidos, juntaron su talento y suelen presentarse en fiestas de los alrededores, en las cuales son contratados.

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Julio Lainez, hijo del amorfinero, comenta que la participación del dúo cuesta $ 100 y, además, “los recogen y los dejan en sus casas”.

Alejandro, quien vive con su hijo Leoncio desde hace 40 años a cuatro casas de la iglesia del pueblo, es reconocida en su natal Libertador Bolívar como la que “recibe a los novios”, puesto que aprendió de su suegra una oración que la declama cuando los contrayentes ingresan al lugar de la recepción.

Parte de ese discurso dice: “Ahora sí ya se casaron, los dos tienen que luchar/ la mujer la obligación, la pobreza de tu marido todos tienen que ocultarla /no salir a otra casa a salir a divulgar/ todo lo que él era en antes todo tienes que olvidar / que después de algunos días solo te podrán dañar./ Amén, para que parezca oración”.

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La amorfinera explica que acto seguido los invitados deben gritar: “¡Vivan los novios! ¡Vivan el padrino y la madrina!”. Menciona que la oración la aprendió a sus 22 años y desde entonces la ha dicho en enlaces efectuados en San Pablo, Salinas, La Entrada, Dos Mangas, Sitio Nuevo y Anconcito.

Comenta que no pone tarifa a esta declamación, solo indica que le den “cualquier cosita, lo que su conciencia les dicte”. Unos le han dado $ 5, otros $ 10, o sino le han brindado comida. Explica que ya de Anconcito no la solicitan mucho porque “un día sin que me diera cuenta me grabaron la oración y desde entonces prestan el casete”.

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Gerónimo Lainez aprendió a interpretar el violín de la mano del hombre que lo crió, Esteban Tirso Borbor, quien tenía uno de estos instrumentos en su casa. Asimismo, el amorfinero creó un producto llamado candesuiza, que lo prepara con maní, sal, limón, azúcar y miel. Ya desde su juventud, junto con su violín y su invento recorre en bicicleta o en los buses interprovinciales los pueblos de Barcelona, Sinchal, Ayangue, Palmar, Las Núñez y La Entrada, para tocar el instrumento y vender el dulce a $ 0,15, $ 0,25 o $ 0,50.

A hora y media de Libertador Bolívar, en la comuna Las Juntas, en Guayas, vive Braulio Rivera, quien hoy se conocerá con Lainez y Alejandro durante la apertura del VII Encuentro Internacional de Narradores Orales Un Cerro de Cuentos, a las 20:00, en el auditorio Simón Bolívar, en Malecón y Loja.

Los tres personajes forman parte de la delegación ecuatoriana que interviene en el homenaje a la oralidad chola y los pueblos ancestrales comuneros de la provincia de Santa Elena.

Rivera tiene 89 años, se dedica al sembrado de ciruelas y vive en su casa de caña junto con su esposa Esther Panchana. Procreó 11 hijos y tiene un burrito en el que se traslada hacia las tierras donde cosecha.

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Él ofrece esta noche, a los asistentes al Encuentro de Narradores Orales, el vino de ciruela que aprendió a hacer en su natal Las Juntas.

Además, podrá contar una de sus historias más cautivantes y que lo llena de emoción. Se trata de un hallazgo hace unos 30 años de una pieza arqueológica, que él llamó La tetona y “mi muñeca”. La encontró durante su faena de sembrado. Luego la llevó a su casa y se la mostró a su esposa, y la mantuvo expuesta a la comunidad durante los diez años que la tuvo. Un día, cuenta, “por motivos económicos” la vendió a una señora en Guayaquil. Por ese descubrimiento se volvió famoso en su comuna y quien quiera conocer su vivienda solo debe preguntar por “el señor que encontró a La tetona”. Rivera mantiene la ilusión de que el objeto arqueológico regrese a Las Juntas para que permanezca como testimonio de su cultura.

“Antes tenía buen pecho para cantar, ahora ya no me da la voz. Me gustaría que gente joven siga la tradición de los amorfinos y el recibimiento a los novios”.
Maura Alejandro,
De Libertador Bolívar

“Aquí se cuentan historias de cosas muy extrañas, como por ejemplo, silbidos o llamados en la lejanía a las personas o piezas que se han ocultado nuevamente”.
Braulio Rivera,
De Las Juntas

“El violín es mi mejor compañero, los versos me salen siempre que lo estoy tocando. Él es mi mejor herramienta de trabajo”.
Gerónimo Lainez,
De Libertador Bolívar