Patricia Villarruel
MADRID.- No hay rastros de vanidad en Jefferson Montero, figura del Villarreal. El joven, que creció en un hogar humilde de una barriada de Babahoyo, se lleva las manos a la cabeza cuando se le inquiere por el dinero que gana en el club.

"Hablar de plata, jamás". Y la consigna no admite discusión. Se conoce que su cláusula de rescisión alcanzaría los $ 12 millones, pero Montero no presume. Aprendió de su familia el valor de la humildad. Por eso cuenta con pudor que conduce un BMW (sueña con comprarse "algún día" un Porsche o un Ferrari, "como el de Robert Pires", jugador francés que militó en el Submarino Amarillo).

Montero cuenta que llama por teléfono a sus padres hasta dos veces al día y no hay mes que no les envíe puntual parte del dinero que gana.

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En breve, Montero empezará a estudiar inglés e italiano. "Me he dado cuenta que es importantísimo aprender otros idiomas", comenta el delantero amante del reggaetón, enganchado a las redes sociales (Facebook y HI5) y a los videojuegos (Pro Evolution Soccer).

Acaba de mudarse a un penthouse en la avenida del Mediterráneo, en Vila-Real. Sale poco, "al cine o a comer por ahí". Montero prefiere "echarse en el sillón, tocar la guitarra, cantar con el karaoke o ver los canales de TV ecuatoriana".