Patricia Villarruel
MADRID.- Desde que arribó a Madrid, Julio César Gálvez, disidente cubano, junta cada noche las tres camas individuales de la habitación de menos de 15 metros cuadrados del hostal Welcome donde reside, para dormir abrazado a su hijo Emanuel y a Irene Vera, su esposa.

Fuera de Cuba. En libertad. Este periodista curtido durante más de 30 años en la radio de la Isla pertenece al Grupo de los 75. Lo condenaron a 15 años de prisión en la ola de represión bautizada como la Primavera Negra. Gálvez fue de los primeros en abandonar La Habana después de que el régimen castrista se comprometiera a liberar a 52 disidentes encarcelados, gracias a un acuerdo con la Iglesia católica de la isla.

Llegó a Madrid ligero de equipaje y con "mucho papel escrito" (cuatro poemarios, dos libros de cuentos infantiles y cinco novelas en ciernes). Siete años y cuatro meses de encierro dan para mucho. El matrimonio Gálvez-Vera concibió a su primogénito entre rejas, en una de esas visitas conyugales de dos horas, cada tres meses. Según dice, es la comodidad de ese niño que no vio nacer cinco años atrás lo que más le preocupa. No está conforme con el trato brindado por las autoridades españolas. Habla de abandono. "Nos ofrecieron ayudas para vivienda, alimentación, la escolarización de los niños y la compra de ropa. Hasta ahora nada se ha cumplido".

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Los primeros disidentes fueron alojados en un hostal barato localizado en un inhóspito polígono industrial del madrileño barrio de Vallecas (donde termina la ciudad). Las quejas no tardaron en llegar. El precio por una noche en una habitación de tres camas y comida incluida apenas rebasa los 30 euros (39 dólares). El baño es compartido y, pese a las altas temperaturas, no hay aire acondicionado. Cada semana reciben un bono de transporte de diez viajes para movilizarse por la ciudad, en autobús o en metro.

La primera fase de acogida no contempla más ayudas. Por eso el dinero para otros gastos ha salido del bolsillo de amigos particulares. Hasta lo más granado del exilio cubano en Miami ha hecho su contribución (Felipe Valls, dueño del restaurante Versailles, el más emblemático del sur de Florida, hizo una aportación).

En una segunda etapa, la mayoría de los disidentes que han llegado a España han sido trasladados a pisos o centros de acogida temporales en otras ciudades (Málaga, Alicante, Cullera, Gijón, Jerez de la Frontera y Sigüenza) mientras buscan una vivienda definitiva.

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Las tres ONG que gestionan la atención (Cruz Roja, Accem y la Comisión Española de Ayuda al Refugiado) no disponen de plazas en Madrid. Julio César Gálvez, Ricardo González, Normando Hernández y Mijail Bárzaga se niegan a abandonar la capital española. Incluso, han pedido amparo al Defensor del Pueblo para que se les reconozca de manera urgente el estatus de asilados políticos y se les permita seguir en Madrid donde creen que existen mejores oportunidades laborables y, más de uno, recibe atención médica especializada.

"Es que nos trajeron y nos soltaron", dice Bárzaga, que quiere trabajar de periodista o chofer, como algún día lo hizo en Cuba. Llegó acompañado de 12 familiares. A cuatro los trasladaron a Barcelona donde reside una hermana. Él no quiere ir. No le interesa aprender catalán.

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Jorge Luis González aguarda esperanzado a que la Administración española cumpla su promesa. Le dijeron que podía viajar con doce parientes. Solo se embarcaron seis. El resto (entre ellos su madre, Enith Detanquera Roque, una de las Damas de Blanco) sigue esperando en la Isla. A diferencia del primer grupo de opositores, este profesor no se vio abocado a pisar el hostal Welcome.

Los reclamos de sus predecesores no cayeron en saco roto. Cruz Roja aloja a los últimos disidentes en un hotel de tres estrellas con spa, donde una habitación doble con desayuno incluido cuesta 60 euros (78 dólares). Los cuatro "rebeldes" empeñados en permanecer en Madrid siguen en el Welcome bregando con el calor y la estrechez pero aprendiendo "a vivir en libertad y a pensar en democracia". Y no es fácil.

Textual: Decepción
Julio César Gálvez
Disidente cubano
"Nos ofrecieron ayudas para vivienda, alimentación, escolarización de los niños y compra de ropa. Nada se ha cumplido".