De manera más o menos explícita hay un debate en el gobierno sobre qué tipos de empresa privada debe ser motor de nuestro desarrollo: las grandes o las Mypymes (micro, pequeñas y medianas empresas), además de las empresas estatales en los sectores estratégicos. En esta discusión se mezclan dos tipos de argumentos: a) las implicaciones de una y otra para un desarrollo democrático y de amplia base social; y, b) las valoraciones éticas que se tiene de cada una. Hay declaraciones de altos cargos de este Gobierno que favorecen una u otra perspectiva.

El primer argumento iría en el sentido de que las grandes empresas generan un crecimiento poco inclusivo en razón de cuatro características: pertenecen a grupos familiares o limitados de accionistas, privilegian tecnologías de capital intensivas y por lo tanto no generan empleo importante, tienden a concentrarse en las grandes ciudades y polos dinámicos del país y dado que muchas dependen de insumos del exterior, no generan un efecto de arrastre sobre otras empresas proveedoras. A ello se añade, que dado el tamaño del mercado hay un comportamiento oligopólico, en que pocas empresas tienen posición dominante en cada sector productivo.

El segundo argumento relacionado a valoraciones éticas dice más o menos lo siguiente: estas empresas no solo pagan pocos impuestos, sino que tradicionalmente se han beneficiado de favores especiales de las políticas públicas, dado el poder de influencia que estas han tenido en el pasado. La información del SRI confirmaría lo primero, muchas de las decisiones de política arancelaria, por ejemplo, lo haría lo segundo. Las empresas tendrían un comportamiento típicamente rentista.

Frente a esta evaluación se tiende a contrastar la imagen y características de las Mypymes, subrayando que ellas tienden a generar más empleo, trabajan sobre la base de insumos nacionales, tienen poca influencia en las políticas nacionales y tienen una distribución amplia en el territorio nacional.

Los argumentos con relación a la importancia de la empresa grande tienden a subrayar que el empleo que generan son formales, que en una economía cada vez más globalizada es importante la escala de la empresa, que en ciertos productos tener empresas de gran tamaño permite producir más y a más bajo costo; y que, si bien hay empresas que no se han comportado bien en términos de impuestos o que han abusado de los favores públicos, son un número reducido, que de ninguna manera es característica de todas. Por el contrario la mayor parte de grandes empresas pagan puntualmente sus obligaciones y han cargado sobre sus espaldas el desarrollo económico del país. A ello se puede añadir que visto en perspectiva regional, nuestras grandes empresas pueden catalogarse como medianas y ninguna califica para los rankings empresariales internacionales.

Obviamente estos argumentos de parte y parte requieren un examen pormenorizado y hay muchas lecciones que se pueden extraer sobre comportamientos pasados, pero la discusión a favor o en contra de unas u otras, me parece estéril. Los temas fundamentales para mí tienen que ver en cómo avanzar en términos de formalización de la economía, cómo generar articulaciones virtuosas entre unas y otras, como cerrar las brechas de productividad y como expandir el tejido empresarial hacia todo el país. En muchos campos son necesarias grandes empresas, en otras Mypymes son más eficientes y en otras diversas combinaciones de unas y otras, con algún sistema de cooperación, son necesarias.