Cecilia Ansaldo Briones
¿Hay algo que puede ser tan interesante como leer un libro? Pues sí, ver un programa de televisión que trata sobre libros. De mi asiduo consumo de Televisión Española –noticieros sobrios, debates políticos equilibrados, exploraciones temáticas diversas– tengo un par de verdadero culto. Uno de ellos, es Página 2, conducido por un catalán que se llama Arturo López, cuya experiencia periodística se vuelca con suprema creatividad a la hora de incitarnos a leer.

Tengo en la memoria otros programas que se hicieron con el mismo objetivo. España nos regaló hace más de una década El lector, donde se conversaba con escritores (recuerdo la emoción de haber escuchado a Umberto Eco expresándose en un depurado idioma español); luego el chileno El show de los libros, concebido y animado por el narrador Antonio Skármeta, hizo gala de ingeniosas maneras de plantear la riqueza de la literatura. Si bien El Show de Oprah rebasaba la intención de mostrar el mundo de los libros, su elección de libro y el autor del mes, catapultó títulos a insospechadas resonancias. Un buen sector desconoce que ella es crítica literaria.

En este Página 2, en el que me recreo cada domingo por la noche, la invitación a leer viene en un formato fijo pero tan fluido, que vamos esperando con curiosidad cada sección. Un paseo por impresionantes bibliotecas de España inaugura cada emisión, luego una entrevista con escritor de reciente publicación nos sumerge en la propuesta de su novedad. Así he conocido los criterios de Enrique Vilas-Mata, John Boyle, Guillermo Saccomano, Henning Mankell, Roberto Saviano –por mencionar algunos– dando testimonios de su última obra. En otro segmento comenta una película que proviene de una novela: ya Rabia, del ecuatoriano Sebastián Cordero, obtuvo opiniones favorables en relación con la novela de Sergio Bizzio. No puede faltar la lista de los más vendidos y el lector infantil también es tomado en cuenta porque se le da la palabra para referirse a algún título de su preferencia. Se cierra la entrega con menciones seductoras de las publicaciones de la semana.

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Naturalmente, se trata de un programa que debe contar con buen presupuesto. Pero no es cosa solamente de generosos recursos –de parte de un país con economía afectada–, sino que en él hay ingenio, chispa, soltura. El presentador es un hombre de físico corriente que no habla como si tuviera que derrochar alegría, que se viste siempre igual y cuyo humor, a ratos es acerbo. Pero siempre es oportuno, inteligente, versado. Por detrás de las palabras late la investigación sobre lo que se dice y la imagen recorre sitios singulares: gasolineras, parques desolados, almacenes de música.

Hay que aplaudir e imitar todos los medios que sirvan al fin de multiplicar el gusto por la lectura. Los libros ya no esperan a los lectores, tienen que salirles al paso como cualquier otro producto de venta. Deben competir con bagatelas de diversión banal, o con objetos suntuarios de adorno estático. Además cuando aparecen frente a los ojos del comprador requieren la activación de dos deseos: el de la adquisición y el de la real inmersión en sus contenidos.

Que había gente que compraba libros buscando lomos de color que armonizaran con la decoración de sus salones, ocurría hace años. Ahora tenemos muy claro que no se trata de hacerlos ingresar a nuestras casas, ellos deben echar raíces en nuestras mentes.