La columna anterior suscitó un interesante debate entre los lectores que me obliga a proseguir en esta línea de razonamiento. En definitiva las preguntas que se me hicieron, giraron en torno a: ¿bajo qué condiciones microfinanzas y transferencias condicionadas de ingresos, vía bonos de desarrollo humano, pueden ayudar a derrotar la pobreza y la desigualdad? Me parece interesante responder esta pregunta en torno a tres cuestiones: el contexto macro, la calidad de las políticas sociales y ciertas características de estos instrumentos.

Con relación al contexto económico, una situación de crecimiento sostenido parece ser muy importante. En general se observa que países que están creciendo a tasas de más de 5% les va mejor, que aquellos con tasas reducidas e inestables. Este parece ser el caso de países como Brasil, Chile y Perú. Si bien, las políticas de desarrollo que impulsan este crecimiento no son las mismas: desde la consolidación de una plataforma exportadora potente y diversificada como Brasil, hasta aquellas basadas en la apertura económica de Perú y Chile; tienen elementos en común: apertura importante a la inversión extranjera directa, respeto a los contratos, políticas monetarias y fiscales cuidadosas y un buen ambiente de negocios. Estas políticas macro, se favorecieron de buenos precios de muchas de las exportaciones, especialmente agrícolas, de petróleo y minerales, que caracterizó a buena parte de la década que termina.

A esto se une, y allí los gobiernos de izquierda como los de Brasil y el Chile de la concertación lo han hecho especialmente bien, una inversión sostenida en lo social. Educación con énfasis en calidad es tal vez la más importante, tanto primaria, como secundaria y universitaria, en la medida que ayudan a cerrar la brecha de remuneraciones entre trabajadores calificados y no. Pero estas no son las únicas. Un artículo muy sugerente que se me hizo llegar, fue el de Fernando Dantas, que describe la perplejidad del arquitecto de las políticas sociales brasileras, Paes de Barros, ante los resultados espectaculares de reducción de pobreza y desigualdad, logrados como consecuencia de una multiplicidad desordenada de instrumentos de política social, que me recordó a lo que acontece en nuestro país. Prueban todas las buenas ideas que hay sobre la mesa, en una sociedad dispuesta a ensayarlas. Una base tributaria creciente, fruto no solo de una mayor presión tributaria, sino de la ampliación de la base económica, lo permite. El debate ahora mismo parece estar en cómo debe evolucionar el programa Bolsa Familia (el bono de desarrollo humano brasilero): ¿debe estar dirigido a erradicar la pobreza extrema? ¿Convertirse en una remuneración mínima de dignidad? o ¿una política para acortar la brecha entre la remuneración media y aquella de los grupos más desfavorecidos?

En este contexto de buen ambiente macro, políticas sociales ambiciosas, las microfinanzas tienen un rol fundamental, como parece comprobar el éxito del programa CrediAmigo del Banco del Nordeste Brasilero. Este se ha constituido en un vehículo de reducción significativa de pobreza entre sus más de 650 mil clientes: ¡el 40% de quienes permanecen como prestatarios cinco años, salen de ella! El secreto parece estar en la adaptación de plazos y montos a las necesidades de los emprendimientos y una combinación de apoyo financiero y asesoría empresarial. Aún más la remuneración de los asesores depende parcialmente del éxito de los emprendimientos que ellos aconsejan, así que tienen interés directo para que a los pobres les vaya bien.

Interesantes espejos respecto a los cuales podemos compararnos.