Susan Blankey, una conservadora de pinturas de Nueva York, trepó un montón de escombros dejados por el colapso de la Catedral Episcopal de la Santísima Trinidad en Puerto Príncipe, en busca de fragmentos de los murales del templo.

La catedral es una parte querida de la herencia cultural de Haití y la mayoría de sus murales fueron destruidos por el terremoto que sacudió a la isla en enero pasado. Dos del crucero norte, sin embargo, uno que muestra La Última Cena, y el otro el bautismo de Cristo, permanecen en gran medida intactos. “Parece que hay algunos trozos debajo de esto”, gritó Blakney, a colegas que trabajaban con ella recientemente en un esfuerzo por salvar miles de obras de arte dañadas por el sismo.

El rescate está siendo organizado por el Instituto Smithsoniano, que está a punto de abrir un centro en Puerto Príncipe, donde conservadores estadounidenses trabajarán al lado de personal haitiano para reparar pinturas desgarradas, esculturas destrozadas y otras obras sacadas de entre los escombros de museos e iglesias.

Publicidad

Artistas haitianos y profesionales culturales han estado realizando operaciones de salvamiento informales durante los últimos cuatro meses. Pero los estadounidenses están aportando experiencia en conservación y equipo especial, mucho de él pagado con fondos privados.

La iniciativa, en su rapidez, su estrecha colaboración con un gobierno extranjero y su combinación de financiamiento privado y gubernamental, representa un nuevo modelo de diplomacia cultural estadounidense, uno que organizadores creen destaca en agudo contraste con la apatía de que fueron acusados los estadounidenses durante el saqueo de tesoros artísticos iraquíes en el 2003.

“Se han cometido errores en el pasado, en momentos de gran tragedia o turbulencia, al no proteger y dar prioridad al patrimonio cultural de un país”, dijo Rachel Goslins, directora ejecutiva del Comité del Presidente sobre Artes y Humanidades, que ha estado involucrado en financiar el proyecto.

Publicidad

El financiamiento inicial proviene de tres agencias federales y la Liga Broadway, el grupo comercial para dueños y productores de teatro. Funcionarios del Smithsoniano dicen que el proyecto costará entre 2 y 3 millones de dólares en el próximo año y medio, después de lo cual se espera que el centro sea entregado al gobierno haitiano.

Blakney viajó aquí recientemente con otros dos conservadores, un curador de museo y un grupo de ingenieros y expertos en planeación del Smithsoniano. La tarea de los conservadores era evaluar qué tipo de daño habría sufrido el arte, no solo por el terremoto sino por la subsecuente exposición a la lluvia y el sol y por el almacenamiento inadecuado antes y después del sismo. Con base a esa información decidirán qué equipo especializado necesitarán ellos o a quién el Smithsoniano termine mandando a trabajar en el centro.

Publicidad

Restaurar el arte más dañado no será labor para principiantes. Si la Iglesia Episcopal decide salvar los murales sobrevivientes de la Santísima Trinidad, que fueron pintados a principio de los años 50 por algunos de los artistas más famosos de Haití, probablemente necesitarán ser retirados del edificio dañado; una hazaña de ingeniería así como de conservación que involucraría pegar un lienzo de tela al frente de cada mural y pegar el mural a una estructura secundaria de apoyo de contrachapado o acero antes de retirarlo del muro.

En su búsqueda entre los escombros, Blakney encontró algunas piezas pequeñas de concreto pintado que ahora han sido llevadas al Smithsoniano para un análisis que ayudará a determinar el adhesivo correcto a utilizar. Los conservadores estadounidenses pasarán parte de su tiempo capacitando en conservación a haitianos, en preparación para entregarles el laboratorio.

La operación de rescate se estableció en gran medida debido a los esfuerzos de Corine Wegener, una curadora del Instituto de Artes de Minneapolis y mayor retirada del Ejército que prestó servicio en Iraq poco después del saqueo del Museo Nacional Iraquí, y Richard Kurin, el subsecretario de Historia, Arte y Cultura del Instituto Smithsoniano. Tres semanas después del sismo, Wegener convocó a una reunión de profesionales de arte y funcionarios del Departamento de Estado en Washington sobre cómo ofrecer asistencia cultural, e invitó a Kurin, quien ya tenía lazos con Haití, tras organizar programas sobre arte y cultura haitianos para el Festival Folklife del Smithsoniano en 2004.

Wegener, que también hizo el viaje, dijo que se sintió horrorizada por lo que había sucedido en el Museo Nacional Iraquí, donde trabajó como enlace entre los miembros del personal y funcionarios estadounidenses durante su despliegue. “Fue tan perturbador para mí como profesional de museos el ver al personal tan completamente consternado”, dijo. “¿Cómo me sentiría si llegara a trabajar un día y encontrara que 15.000 objetos fueron saqueados?”. Estaba decidida a no ver que se repitiera la historia en Haití, dijo, y creía que entre más rápido llegaran los conservadores al lugar, más obras de arte podrían salvarse.

Publicidad

Kurin transmitió la necesidad de ayudar a Goslins del Comité del Presidente sobre las Artes y las Humanidades, un grupo que incluye a los directores de la Fundación Nacional para las Artes, la Fundación Nacional para las Humanidades y el Instituto de Servicios Museográficos y Bibliotecarios, así como mecenas del arte bien conectados como la productora de Broadway Margo Lion. Las tres agencias terminaron comprometiendo 30.000 dólares cada una, mientras que la Liga Broadway, de la cual Lion es integrante, aportó 276.000 dólares. En cuanto al resto del dinero que se necesita, Goslins expresó confianza en que se materializaría una vez que el centro estuviera operando.