SANTIAGO DE CHILE |

“Sebastián Piñera es el prototipo del ‘sueño chileno’, y la clase media de este país no se va a negar las altísimas expectativas que tenía en torno a su gobierno”.

La reflexión me la comparte Roberto Méndez, director de una consultora de opinión pública con mucha credibilidad en Chile. Y la formula a propósito del replanteo del rumbo que deberá tomar el Gobierno que desde hoy ocupará La Moneda, tras el terremoto que asoló entre la V y VIII región del centro y sur del país, y que dejó más de tres millones de damnificados, un sistema de comunicación terrestre casi colapsado y dudas. Muchas dudas sobre la capacidad de reacción oportuna.

Piñera llegó al poder en enero anterior abriendo numerosas expectativas sobre un futuro promisorio, especialmente para la clase media. Incluso esas expectativas empezaban ya a preocupar al futuro gobierno, según el consultor. Trabajo, estabilidad, seguridad, eran algunas de las líneas que trazaban la ruta.

Hijo de un funcionario público, el común de la gente percibe a Sebastián Piñera como el caso del hombre que, gracias a su trabajo y su ordenada vida, logró tener todo. Hasta una Presidencia de la República. Y muchos querían ser como él.

Hasta que el terremoto del 27 de febrero echó abajo sueños. Y obligaba a Piñera a replantear su “plan de acción”: lo urgente ahora es la reconstrucción del sur del país que, a casi dos semanas del evento telúrico, no logra ponerse totalmente en marcha.

Es decir, la reconstrucción será una tarea menos política que lo ofrecido en campaña, y sobrepasará el tiempo para el cual Piñera fue electo.

En tanto a Michelle Bachelet parece que políticamente no le afectará, como inicialmente se comentaba en ciertos círculos, la cuestionada reacción que tuvo en las 72 horas posteriores al desastre natural. En un comunicado de una empresa consultora difundido este martes, se asegura que la mandataria saliente mantiene, posterremoto, el mismo grado de aceptación, del 84%, que antes del evento sísmico; envidiable para cualquier mandatario que termina su periodo.

¿Cómo se explica? Pues con los atenuantes que se le presentaron a Bachelet: el mea culpa de la Armada chilena que se cargó con la responsabilidad de no haber alertado a tiempo los riesgos de tsunami, causante de más destrucción que los propios 8,8 grados en la escala de Richter con los que tembló la tierra durante tres minutos; la anunciada reorganización del Onemi, entidad encargada de velar por la seguridad de los ciudadanos; la estrategia del ministro del interior, Edmundo Pérez Yoma.

En todo caso, el terremoto de Chile unió más a los chilenos en torno a una causa común: la reconstrucción, y a un símbolo: la bandera. Este es otro punto a favor del nuevo Gobierno, que también tenía grupos detractores que se avizoraban como obstáculos por vencer.

Y para cuando la modesta ceremonia de posesión termine, las tareas de reconstrucción serán –deberán ser– inmediatas. Los miles y miles de damnificados, que desde el 27 de febrero duermen en carpas, en improvisados campamentos de refugiados –algunos porque perdieron sus casas y otros por la psicosis de nuevos tsunamis–, temen el irremediable cambio de estación y la llegada del invierno.