Fresca aún la euforia, con la que en Ecuador se celebró  el reiterado triunfo de los actuales gobernantes,  sopla aire de inestabilidad.

La lepra de la inestabilidad es recurrente.  Los que hoy la rechazan,   ayer la promovieron a gritos;  antes de ayer hicieron decir a la Constitución lo que les convenía.  Unos ciudadanos del mundo tienen de los ecuatorianos la imagen de libres; otros,  la imagen de caprichosos  irresponsables.  La vida matrimonial y la vida democrática tienen elementos similares: algunos se casan  con mucha pasión, insuficiente  conocimiento y muy poco compromiso: “Hasta que nos vaya bien”. ¡Un matrimonio, así  condicionado, es eclesiásticamente  nulo! Elegimos a mandatarios para un periodo, dentro de un marco que mandatarios y mandantes debiéramos conocer y respetar.

Es indispensable reflexionar acerca de las causas de esta lepra,  para que todos, asumiendo  nuestra parte de responsabilidad,  nos comprometamos a curarla.

La causa madre de inestabilidad es  el irrespeto de los elementos  constitutivos de   la democracia, al menos,  la representativa: –La democracia exige  que el ciudadano conozca su dignidad, concretizada en derechos y obligaciones actuales y futuras. –La democracia exige que el ciudadano  reflexione para elegir, no tanto lo ideal,  cuanto lo posible, para su realización integral. –La democracia exige libertad para elegir.   Solo la elección consciente y libre compromete. Si elegimos, ciegos y forzados por intereses transitorios, de hecho, no nos comprometemos.

Los dirigentes políticos  demócratas  se esfuerzan en que los ciudadanos conozcamos los diversos aspectos de la realidad, que  ejercitemos y desarrollemos nuestra capacidad de reflexión; respetan nuestra libertad; ofrecen solo lo que saben que pueden cumplir.

Los dirigentes políticos populistas miran y presentan  realidad  e ideas a través del reducido lente de su ideología, frecuentemente importada,  y pretenden  imponerlas, descuidando valores humanos  nuestros. Dificultan  el conocimiento claro, la reflexión serena de la realidad y la libre elección. Usan los siguientes  medios: propaganda subliminal; información unilateral; expresiones extrañas y ambiguas, como “equidad de género”; mezclas  que confunden, como la del debido respeto a la persona de homosexuales  con la aprobación de la homosexualidad;  derechos sin proporcionadas obligaciones;  presentación exclusiva de las necesidades o intereses inmediatos o de grupo,  que se ofrecen sin la indispensable colaboración; compra disfrazada, o desembozada de votos.

Populistas fautores de inestabilidad pretenden que el voto sea  cheque en blanco, que el ciudadano firmó y ellos lo llenan.

Una muestra concretamente ambivalente de populismo: la nueva Constitución se sometió al voto ciudadano, como nunca antes; pero su texto,  tan amplio, tan gris, fue presentado en bloque. La inmensa mayoría, por aceptar lo humano, se tragó lo inhumano. Este  sí, que más que un sí fue un  no  a lo anterior, no garantiza estabilidad.

Para defender Constitución y leyes, todos hemos de encontrar en ellas algo  asumido reflexiva y libremente. La democracia-estabilidad exige que se respeten ideas y propuestas de la minoría, en proporción a su número. ¡Lo anterior no es acusación! ¿Es ingenuidad? Es llamado a que dirigentes y ciudadanos de a pie cultivemos los elementos constitutivos de la democracia.