Se confeccionó a sí misma, puntada a puntada. Revolucionó un mundo encorsetado, liberando a la mujer de él en todos los sentidos. Irrumpió en el armario de los hombres y se atrevió a vestir sus pantalones.

Con ella, la mujer dejó de ser un figurín adornado en exceso, para pasar a ser distinguida y elegante, con admirable sencillez... Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel se centra en este personaje que hizo moda de su propio estilo transgresor y se convirtió en un auténtico mito.

Audrey Tatou borda de maravilla el papel de esta mujer a contracorriente, que no transigió con las convenciones de su época, pero que contradictoriamente en esta película es retratada en un estilo que sí lo hace, con unos moldes demasiado tradicionales, aunque muy cuidados en todos sus detalles.

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Las primeras imágenes de este biopic están marcadas por una mirada, la de una niña, de nombre Gabrielle, la futura Coco, la célebre diseñadora. Mientras es conducida al orfanato por su padre e ingresada en el mismo junto con su hermana, atiende todo detalle que le rodea, como si todo cobrara relevancia.

Una elocuente constante del personaje a lo largo del relato. Proviene de una baja extracción social y es mujer en un mundo enteramente dominado por los hombres. Pero ella aspira a ser lo que ella quiere, no a lo que la tienen restringida. Para ello, hay que hacer concesiones en el camino. Acepta pasar del cabaré en el que canta a ser la mantenida de Balsen, un rico hacendado de disipada vida, de quien prefiere ser su amante y no su esposa, porque es más práctico: no te implicas y  asciendes o luchas por ello.

Coco se resiste a ser sometida, como lo deja muy claro con todas sus rebeldías. No creía que el amor fuera posible, hasta que conoce a Boy Capel, el hombre de su vida.

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No obstante, lo bello y vistoso de esta película, el resultado es una historia complaciente, algo sosa y acartonada, que desaprovecha la oportunidad de trasmitir esa pasión que hace sentir a Coco más presente, en su lucha por revolucionar su propia vida como su ingenio lo hizo con la moda. Lástima que todas estas emociones se diluyan y no encuentren aquí un desarrollo más amplio y profundo que le permita imponerse sobre la suntuosidad del maravilloso decorado.

Es contradictorio ver tantos clichés, cuando Coco Chanel trastocó aquel convencionalismo de la época. El fulgor debe estar en el personaje, en lo que representa, no en las imágenes, en como se lo representa.

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Esto hace, en definitiva, que la cinta, dirigida por Anne Fontaine, pierda interés como biografía en celuloide de esta diosa de la moda mundial, infatigable diseñadora recordada sobre todo por el perfume Chanel N5, único atuendo con el que dormía la sensual Marilyn Monroe.