Simón Pachano
La Ley de Medios se aprobará en los términos que estableció el Gobierno. Aunque algún integrante del bloque gubernamental ha tratado de suavizar la imagen, es innegable que esta ley apunta a someter a quienes el Presidente de la República calificó, en el discurso de su segunda posesión, como sus enemigos. Con los adversarios se dialoga e incluso se llega a acuerdos, pero a los enemigos se los combate, se los doblega y se los somete. Por ello, todo el debate previo, la “socialización” y las opiniones diferentes no aparecerán en el texto final, como lo demostraron de manera clarísima los hechos de la última semana.

La modalidad del debate y de la aprobación que se utilizó en la Comisión es el anticipo de lo que se hará en el pleno de la Asamblea. Se comienza por una discusión sobre algún asunto parcial y de segunda importancia, como el número de representantes del Ejecutivo en el órgano de control (sin admitir cualquier cuestionamiento a la existencia de este órgano), hasta llegar al límite del tiempo y de las energías de los opositores. Una vez cumplida esa etapa, se echa mano a cualquiera de las artimañas que creó la odiada partidocracia y que están siendo llevadas a su más alto grado de perfección por los corazones ardientes. Reinstalar una sesión cuando ya se han ido las compañías indeseables, como se hizo en esta ocasión, es una de esas jugadas. En el pleno se la podrá utilizar también, pero seguramente allí va a ser más útil el voto en paquete, exitosamente usado en Montecristi. Si se lo utilizó para aprobar la Constitución, nada impide que se lo haga para una simple ley, especialmente cuando sus inventores y dueños de la patente ocupan los mismos cargos que entonces.

El procedimiento es sencillo y no solo asegura el resultado sino que, además, ayuda a lavar las imágenes. Consiste en someter a votación los capítulos de la ley y no sus artículos. De esa manera, cualquier asambleísta puede sostener una y mil veces en la televisión o en la radio que no está de acuerdo con el contenido de determinado artículo, pero en la Asamblea, allí donde se cocinan las habas, votará por el capítulo completo en que se encuentra ese artículo. “Yo no estuve de acuerdo”, podrá decir en la próxima entrevista, mientras, explicará que era más importante aprobar la ley en su conjunto que quedarse en el detalle de un articulito que puede ser reformado más adelante.

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Respecto al contenido, uno puede preguntarse porqué Alianza País quiere aprobar una ley represiva que, sin duda, le perjudicará cuando ya no esté en el gobierno. La respuesta es sencilla, y es que la ley está pensada como un instrumento (uno entre muchos) para no dejar de ser gobierno. La alternabilidad, ese principio básico de la democracia, no está en los cálculos de ese partido. Si estuviera, no dejarían en manos de un gobernante todo el poder que están construyendo. Procedimiento y contenido son claves para alcanzar ese objetivo.