Joaquín Sabina regresa, tras cuatro años de "sequía", con "Vinagre y Rosas", un "monotemático" sobre el "desamor", con el que ha querido ser "infiel" a su caricatura y con el que, anuncia, se despide de los grandes escenarios "totus tuus".

"Estoy mucho mejor que hace 15 años pero salir delante de 40.000 personas es un totus tuus y se pierden todos los matices. Las giras a los 60 años aterrorizan pero ésta es la última en esos sitios", anuncia en una entrevista con Efe.

Despedirse de los grandes escenarios no significa que no vaya a actuar más, sino que lo hará en "teatritos", donde sus conciertos "no se confundan con una misa pagana celebración. Haré esta porque le debo a la gente que ha estado conmigo estos años hacerlo pero nunca más", reitera absolutamente convencido.

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La gira promoción de "Vinagre y Rosas" comenzará en España el próximo día 20 y Sabina llegará a Hispanoamérica en enero, para dar nueve conciertos en Argentina, dos en Chile y uno en Uruguay, según señala, hasta el momento, su página web.

Sabina dice que en los diez últimos años -en 2001 sufrió una isquemia cerebral leve- ha levantado mucho el pie del acelerador y que ya no amanece en los bares, ni anda "por ahí perdido en no se sabe qué cama", ni se "maltrata la nariz", pero que "sí cae algún whisky".

Muy lejos en cualquier caso, afirma riéndose, de lo que dice Benjamín Prado, las "otras dos manos" con las que ha escrito 10 de los 14 temas del disco, en el libro que refleja el proceso de creación del decimonoveno trabajo en 31 años de carrera de Sabina, y que se publicará en coincidencia con la salida a la calle de "Vinagre y Rosas", el día 17.

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No sabe todavía qué etiqueta ponerle al resultado porque, reconoce, siempre que termina un disco cree que se ha quedado "muy lejos" de cómo "lo había soñado", pero le gustaría que le pasara lo que con "19 Días y 500 Noches", que, ya con perspectiva, no le da "verg enza" escucharlo.

Las letras del "núcleo duro" de "Vinagre y rosas" -"que es lo que hay en los escombros del desamor"- las construyeron Prado y él en Praga, espoleadas por la "medicina" para la depresión por "precipicio sentimental", que tenía entre "regular y tirando a muerto" a Prado.

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"Me gusta que mis discos reflejen un poco mi vida. Cuando Benja (Pardo) y yo nos fuimos a Praga era un viaje de amigos pero acabó saliendo el disco. Ha sido muy raro y muy gozoso y nos hemos peleado por cada acento, cada palabra, cada verbo".

Se conjuraron para "no tirar de oficio" ni hacer concesiones: "si nos salía un estribillo muy coreable pero indigno sabíamos que eso iba fuera. Uno sufría mucho mientras el otro desechaba sus ideas en una preciosa batalla" en la que "aprisionaban" las ideas que le parecían "una mierda" en "corralitos" dibujados o eran censuradas con las palabras "no comprar" gritadas a pleno pulmón por Sabina.

Al cantante (Úbeda, Jaén, 1949) le hubiera gustado en este trabajo ser "lo más infiel posible" a su sello, a su "caricatura", "ganada a pulso por ser un bocazas", pero admite que es muy difícil esquivar "el adn" y que "aunque uno se empeñe, siempre está ahí".

Han querido acompañarse en dos temas -"Tiramisú de limón" y "Embustera"- del grupo rock Pereza porque querían que entrara, en un disco que les había salido "denso por no decir espeso", el aire fresco, el olor a la calle.

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El primer single del álbum, del que prefiere "sin dudas" "Ay, Carmela" -dedicada a su hija-, es "Tiramisú de limón", un rock en el que Joan Manuel Serrat hace los coros junto al equipo habitual de Sabina, es decir Pancho Varona, José Antonio Romero y Antonio García de Diego.

Sabina dice que está "todo el día" peleando con "los perros rabiosos" que sólo él oye y que ahora "los más rabiosos" son los que le dicen: "te vas a meter en una gira, vas a defraudar a todo el mundo, vas a dar gatillazo y es que algunos he dado en mi vida", confiesa a carcajadas.