EE.UU. |

El Comité del Nobel no le hizo ningún favor al presidente Barack Obama al otorgarle prematuramente su premio de la paz. Como él mismo reconoció, no ha hecho nada todavía a la escala que normalmente merecería tal premio; y me consterna que el premio más importante del mundo se haya devaluado de esta forma.

No es culpa del Presidente, no obstante, que los europeos se sientan tan aliviados por su estilo de dirigir, en oposición al de su predecesor, que quieren hacer todo lo que pueden para validarlo y alentarlo. Creo que el Presidente mostró gran cortesía al aceptar el premio no para sí, sino “como una afirmación del liderazgo estadounidense en nombre de las aspiraciones que tienen los pueblos de todas las naciones”.

Dicho lo cual, espero que Obama lleve este instinto un paso más allá cuando viaje a Oslo el 10 de diciembre para la ceremonia del premio de la paz. A continuación presento el discurso que espero pronuncie:

“Permítaseme empezar agradeciendo al Comité del Nobel por otorgarme este premio, el premio más elevado al que puede aspirar cualquier estadista. Como dije el día que se anunció: No siento merecer estar en compañía de tantos de los personajes transformadores a los que han honrado con este ‘premio’. Por tanto, tras reflexionar, definitivamente, no puedo aceptar este premio en mi propio nombre.

“Sin embargo, lo aceptaré en nombre de los hombres más importantes que han mantenido la paz en el último siglo: los hombres y mujeres del Ejército, la Naval, la Fuerza Aérea y el Cuerpo de la Marina de Estados Unidos.

“Aceptaré este premio en nombre de los soldados estadounidenses que desembarcaron en la playa Omaha el 6 de junio de 1944 para liberar a Europa del control del fascismo nazi. Aceptaré este premio en nombre de los soldados y marineros estadounidenses que pelearon en alta mar e islas desoladas en el Pacífico para liberar al este de Asia de la tiranía japonesa en la Segunda Guerra Mundial.

“Aceptaré este premio en nombre de los aviadores estadounidenses que en junio de 1948 rompieron el bloqueo soviético a Berlín, con un puente aéreo de alimentos y combustibles para que los habitantes del oeste de esa ciudad pudieran continuar viviendo libres. Aceptaré este premio en nombre de las decenas de miles de soldados estadounidenses que protegieron a Europa de la dictadura comunista durante los 50 años de la Guerra Fría.

“Aceptaré este premio en nombre de los soldados estadounidenses que hacen guardia hoy en los puestos de avanzada en las montañas y desiertos de Afganistán para darle a ese país, y particularmente a sus mujeres y niñas, una oportunidad de vivir una vida libre del totalitarismo religioso del Talibán.

“Aceptaré este premio en nombre de todos los hombres y mujeres estadounidenses que aún patrullan hoy en Iraq, ayudando a proteger al Gobierno de reciente creación en Bagdad, a medida que trata de organizar la cosa más rara de todas en ese país y esa región: otras elecciones libres y justas.

“Aceptaré este premio en nombre de los miles de soldados estadounidenses que hoy ayudan a proteger a una Corea del Sur libre y democrática de una Corea del Norte comunista, sin libertad.

“Aceptaré este premio en nombre de todos los hombres y mujeres, soldados estadounidenses, que han ido en repetidas misiones de rescate humanitario después de terremotos e inundaciones, desde las montañas de Pakistán hasta las costas de Indonesia. Aceptaré este premio en nombre de los soldados estadounidenses que sirven en las fuerzas de paz en el desierto del Sinaí, que han mantenido estables las relaciones entre Egipto e Israel desde que se firmó el tratado de Campo David.

“Aceptaré este premio en nombre de todos los aviadores y marineros estadounidenses que hoy mantienen abiertas y libres las rutas en el Pacífico y el Atlántico, para que así el comercio mundial pueda fluir sin obstáculos entre los países.

“Finalmente, aceptaré este premio en nombre de mi abuelo, Stanley Dunham, quien llegó a Normandía seis semanas después del Día D, y en nombre de mi tataratío Charlie Payne, quien estuvo entre esos soldados que liberaron parte del campo de concentración nazi en Buchenwald.

“Miembros del Comité del Nobel, acepto este premio en nombre de todos estos soldados, hombres y mujeres estadounidenses, del pasado y el presente, porque sé y quiero que ustedes sepan que no hay paz sin fuerzas de paz.

“Hasta que se hagan verdaderas y perdurables las palabras de Isaías y que los países nunca más vuelvan a levantar sus espadas contra otros países y nunca más sepan de la guerra necesitaremos de las fuerzas de paz. El Señor sabe, los nuestros no son perfectos, que ya me movilicé para remediar los excesos inexcusables que hemos cometido en la guerra contra el terrorismo.

“Sin embargo, no tengan dudas, esas son las excepciones. Si quieren ver la verdadera esencia de Estados Unidos visiten cualquier puesto de avanzada militar estadounidense en Iraq o Afganistán. Conocerán a jóvenes, hombres y mujeres, de todas las razas y religiones, que trabajan juntos como uno solo, lejos de sus familias, motivados principalmente por su misión de mantener la paz y expandir las fronteras de la libertad.

“Así que, por todas estas razones, ustedes comprenden que nunca dudaré en llamar a los soldados estadounidenses donde sea necesario para tomar el campo de batalla contra los enemigos de la paz, la tolerancia y la libertad. Acepto este premio de la paz en nombre de los hombres y mujeres del Ejército de Estados Unidos: las fuerzas de paz más importantes del mundo”.

© 2009 The New York Times News Service.