EE. UU.

Aborrezco escribir acerca de lo siguiente, pero ya vi esta película en el pasado y es realmente perturbadora.

Fue en Israel durante una entrevista del primer ministro, Yitzhak Rabin, justo antes de ser  asesinado, en 1995. Nos tomamos una cerveza en su oficina. Le hacía falta. Recuerdo la horrible atmósfera en Israel de esos días: una disposición en la cual colonos y políticos de la derecha extrema estuvieron haciendo todo lo que pudieron por restarle legitimidad a Rabin, quien estaba comprometido con el intercambio de tierra por paz como parte de los acuerdos de Oslo. Ellos pusieron en duda su autoridad. Lo acusaron de traición. Crearon imágenes que lo describían como un oficial nazi de la SS, y le gritaban amenazas de muerte en mítines. Sus opositores políticos aprobaban todo discretamente.

Y al hacerlo, crearon un tóxico ambiente político que fue interpretado por un colono judío de la derecha extrema como una licencia para matar a Rabin –él debe haber oído, “Dios estará de tu lado”–, y por tanto así lo hizo.

Otros ya han ofrecido comentarios sobre esta analogía, pero yo quiero sumar mi voz porque los paralelismos con Israel en ese tiempo y con Estados Unidos actualmente me revuelven el estómago: no tengo problema  con una sola de las críticas sustanciales hacia el presidente Barack Obama por parte de la derecha o la izquierda. Pero algo muy peligroso está ocurriendo. Las críticas provenientes de la derecha extrema ya empezaron a cruzar el umbral de restar la legitimidad y están creando el mismo tipo de clima aquí que existió en Israel en la víspera del asesinato de Rabin.
¿Qué clase de locura es que alguien creara una encuesta en Facebook preguntando a los encuestados: “¿Debería Obama ser asesinado?”. Las opciones eran: “No, quizá, sí  y  sí, si él recorta mi cuidado de salud”. El Servicio Secreto conduce una investigación actualmente. Espero que pongan al imbécil en la cárcel y arrojen lejos la llave, porque esto es exactamente lo que se le estaba haciendo a Rabin.

Incluso si no nos preocupa que alguien pudiera extraer de estos vitriólicos ataques una licencia para intentar darle cacería al Presidente, debemos preocuparnos con respecto a lo que le está ocurriendo a la política estadounidense en términos más amplios.

Nuestros dirigentes, incluso el Presidente, ya no pueden articular la palabra “nosotros” con la cara seria. Ya no hay “nosotros” en la política estadounidense en una época en que “nosotros” tenemos estos enormes problemas –el déficit, la recesión, cuidado de salud, cambio climático y guerras en Iraq y Afganistán– que solo “nosotros” podemos manejar, ya no digamos reparar, si hay un “nosotros” colectivo operando.

A veces me pregunto si George H. W. Bush (padre), el presidente número “41”, será recordado como nuestro último presidente “legítimo”. La derecha llevó a juicio a Bill Clinton y lo persiguió tenazmente desde el primer día con el espurio “escándalo” de Whitewater. George W. Bush fue elegido bajo una nube debido al caos electoral de Florida, y sus detractores en la izquierda nunca le permitieron olvidarlo.

Y ahora, Obama está viendo ataques sobre su legitimidad mediante una campaña concertada proveniente del extremo de la derecha. Ellos están usando todo, desde calumnias en el sentido de que él es un “socialista” de clóset hasta decirle “mentiroso” en plena sesión conjunta del Congreso, aunado a la fabricación de dudas con respecto a su nacimiento en Estados Unidos e incluso sobre si era o no ciudadano estadounidense. Además, estos ataques no solo vienen del extremo. Ahora vienen de Lou Dobbs, de  CNN  y de integrantes de la Cámara de Representantes de Estados Unidos.

Una vez más, ataquen con toda fuerza y todo lo que quieran las políticas del hombre e incluso su carácter moral. Yo sé que la política es un negocio duro. Pero, si destruimos la legitimidad de otro presidente para conducir o unir al país para lo que más quiere la mayoría de los estadounidenses en este momento –la formación de una nación en el ámbito interno–, estamos en serios aprietos. No podemos pasar 24 años sin un presidente legítimo: no sin quedar abrumados por los problemas que terminaremos posponiendo debido a que no podemos abordarlos de manera racional.

El sistema político de Estados Unidos, como dice el dicho, “fue diseñado por genios para que pudiera ser administrado por idiotas”. No obstante, un coctel de tendencias políticas y tecnológicas ha convergido en la última década de manera que está volviendo posible que los idiotas de todas estirpes políticas abrumen y paralicen el genio de nuestro sistema.

Esos factores son: el salvaje exceso del dinero en la política; la división injusta de distritos políticos, volviéndolos permanentemente republicanos o demócratas y borrando el medio político; un ciclo noticioso las 24 horas y los siete días de la semana en televisión por cable que convierte toda política en una batalla cotidiana de tácticas que abruman el pensamiento estratégico; así como una blogósfera que enriquece nuestros debates en el mejor de los casos, sumando nuevos controles sobre el círculo dominante, y en los peores rebaja nuestros debates hasta una nueva sima, dándole un nuevo poder a vituperadores anónimos para que distribuyan mentiras a todo el mundo. Finalmente, encima de todo lo anterior, ahora tenemos una campaña presidencial de tipo permanente que fomenta todo partidismo todo el tiempo, entre nuestros principales políticos.

Yo argumentaría que juntos, estos cambios se suman a una diferencia de grado que es una diferencia en especie; un ambiente político diferente en Estados Unidos que me hace preguntarme si aún podemos discutir con seriedad temas serios y tomar decisiones sobre la base del interés nacional.

No podemos cambiar esto de la noche a la mañana, pero lo que sí podemos cambiar, y debemos cambiar, es que la gente cruce la línea entre criticar al Presidente y alentar tácitamente lo impensable y lo imperdonable.

© 2009 The New York Times News Service.