El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas exigió ayer al gobierno de facto de Honduras que deje de hostigar a la Embajada brasileña en Tegucigalpa y que respete su inviolabilidad.

La sede alberga desde el pasado lunes al depuesto presidente Manuel Zelaya, quien denunció ataques con gases y ruidos intensos.

El depuesto presidente de Honduras, Manuel Zelaya, denunció ayer que las autoridades de facto están lanzando gases tóxicos y dirigiendo dispositivos que aturden hacia la Embajada de Brasil, donde se refugia junto con un centenar de personas.

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“Mucha gente aquí y yo estamos con sangrado nasal, mareos, dolores de cabeza y de oído, malestares estomacales y pérdida del equilibrio”, aseguró Zelaya al Canal 36 de televisión.  Un testigo dentro de la Embajada dijo que sintió un fuerte olor similar al de insecticida y que varias personas sufrieron mareos y dolores de cabeza. Además, fotógrafos de agencias constataron que algunos se quejaron de dolor de cabeza y resequedad en la garganta.
La esposa de Zelaya, Xiomara Castro, protegida con una mascarilla se trepó en una escalera y gritó: “asesinos, asesinos”, por arriba del muro a los policías que asedian la Embajada.

Ayer, dos médicos hondureños ingresaron allí para examinar a Zelaya y otros afectados por el supuesto gas tóxico, pero el vocero policial, Daniel Molina, negó la denuncia.

Mientras, miles de hondureños con banderas de ese país y de las organizaciones del Frente de Resistencia contra el Golpe del 28 de junio marcharon ayer en Tegucigalpa y al pasar frente al lugar que acoge al depuesto mandatario, le gritaron que resista el asedio.

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Resolución de la ONU
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas exigió ayer a Micheletti cesar el hostigamiento a la Embajada de Brasil, sometida a un acoso con ruido y luces.

“Desde el día en que la embajada de Brasil refugió al presidente Zelaya, ha estado virtualmente en estado de sitio”, se quejó el canciller de Brasil, Celso Amorim, ante el Consejo de Seguridad de la ONU.

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Susan Rice, embajadora de EE.UU. ante las Naciones Unidas, pidió que el gobierno de Roberto Micheletti respete la ley internacional y proteja la embajada, y que ofrezca todos los servicios necesarios, como agua corriente, electricidad, comida y el restablecimiento de las comunicaciones.

Los alimentos llegan por cuentagotas a la Embajada, donde está el encargado de negocios brasileño, ingresados por organizaciones de derechos humanos o por la oficina local de la ONU.

Los métodos que supuestamente se están utilizando son los que se usaron años atrás en Panamá con el escondite del dictador Manuel Noriega y en Perú con la toma de la residencia del Embajador japonés.

Durante la invasión de EE.UU. a Panamá, en 1989, Noriega se refugió en la Nunciatura Apostólica. Para forzarlo a salir se colocaron grandes parlantes que tocaron sin interrupción estridente música de rock a alto volumen por tres días hasta lograr su objetivo.

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Unos años después, en 1997, el presidente peruano Alberto Fujimori hizo algo parecido cuando la organización guerrillera Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) tomó la residencia del Embajador japonés durante meses con cientos de rehenes. También se cortó la luz y el servicio de agua.

Más de diez años después, los militares hondureños –durante décadas, desde la Guerra Fría, han sido entrenados por EE.UU.– ensayan tácticas similares para acabar con la paciencia del derrocado mandatario.

En días previos, paneles sonoros emitieron durante la noche un zumbido que provocaba jaqueca e insomnio, y reflectores fueron colocados desde las casas vecinas hacia la embajada, donde conviven con Zelaya unas 60 personas entre partidarios, periodistas y diplomáticos.