En medio del frío mañanero, a 2.800 metros sobre el nivel del mar y cerca de la cima del cerro Boca de Pescado, al noroccidente de Cuenca, las tareas de la familia Juárez Guamán empiezan a la madrugada. Tienen que alimentar a 60 polluelos, que adquirieron hace más de quince días y que permanecen en un galpón de adobe, con calor artificial, junto a la vivienda.

Esa inversión es el resultado del proyecto de producción avícola  que  Carlos Juárez, de 38 años, presentó en la Secretaría Nacional del Migrante (Senami) y al que la Banca del Migrante respaldó con un crédito por $ 15 mil, pagaderos  en tres años, con el 1,4% de interés.

Inés Guamán, su esposa, prepara el desayuno para él y cuatro de sus seis  hijos que aún residen en la casa de tres plantas sin ventanas ni acabados desde hace tres años, cuando Juárez, quien hasta entonces residía en Filadelfia, EE.UU., fue deportado luego de estar nueve años en ese país, justo cuando tramitaba su legalización.

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Allá dejó una inversión de más 80 mil dólares. “Fui contratista de construcción, tuve maquinaria, andamios, dos vehículos de carga y doce compatriotas que empleaba. El sueño de llevar a mi familia a EE.UU. se frustró por error del abogado, que no presentó un perdón previo, y en la primera audiencia de migración me detuvieron”, recuerda Juárez.

Estuvo tres meses en un centro para inmigrantes, “sin oportunidad de rescatar la inversión, regresó solo con lo que llevaba puesto”, dice su mujer mientras mezcla agua con gotas de vitaminas, para que Zulema, su tercera hija, coloque en los bebederos para los pollos. En quince días más, Juárez comprará otras 500 aves, mientras que llevará a las más grandes a un galpón amplio que construye con parte del crédito.

Hasta que la producción salga al mercado, Juárez ofrece servicio de transporte a sus vecinos, en una camioneta comprada con un préstamo de sus padres. Su esposa cría un centenar de cuyes, dos vacas y un huerto de plantas medicinales.

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Guamán comparte el trabajo del proyecto avícola con el cuidado de sus dos últimos hijos: Andrés y Cristopher, de 3 y 1 año. Joselyn,  de 6, al igual que  Zulema, de 12, la ayudan  en las tareas mientras estudian. “Mis hijas de 20 y 15 años  se independizaron y sus responsabilidades pasaron a las menores”, dice. Ella teme que su cónyuge vuelva a EE.UU. si falla el plan.

 “Si todo lo que hago no me ayuda a pagar las deudas, terminar la casa y vivir dignamente con mi familia, me veré obligado a salir del país cueste lo que cueste”, asevera el padre de familia, que busca otra forma de ganarse la vida como parte del proyecto comunitario del corredor turístico de Barabón, que ofrece cabalgatas, pesca deportiva y albergue.

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Mientras, en el barrio Bellavista de la parroquia Patamarca, Mateo, de 7 años, y Andrés, de 10, ayudan a su mamá, Lourdes Guanoluisa, a elegir los tapices que emplearán en los muebles que produzca el taller de carpintería  que en su casa instala Carlos Guanoluisa, su esposo, con un crédito que le autorizó la Senami.

El emigrante, de 27 años,  residió 3 años y 10 meses en Nueva York, EE.UU. y vino hace dos por su voluntad, “Nos extrañaba y aunque tenía trabajo, repetía que el dinero no compensa estar lejos de la familia”, recuerda Lourdes.

Con algo de ahorros, Carlos volvió con la idea de levantar un taller de carpintería con ayuda de su pareja, su hermano y su cuñada. Las dos mujeres son costureras, mientras que con su hermano, moldea piezas, pule y arma muebles, como todos en el barrio Bellavista, donde ambas familias comparten casa.

Carlos presentó el plan a la Senami que autorizó a la Cooperativa de Ahorro, Crédito, Experiencia, Responsabilidad y Apoyo, Coopera, que le entregue el crédito por 5 mil dólares para comprar la maquinaria que se ensambla en Ambato y que le permitirá entregar los juegos de sala y comedor.

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Crédito
El crédito que autoriza la Senami es solo para quienes retornaron desde enero del 2007, para los que aún residen en el exterior y para quienes prevén volver.

Documentos
Uno de los requisitos es certificar que estuvieron fuera del país más de un año, lo que  se verifica con el pasaporte, giros y otros documentos emitidos en el exterior. Los regulares deben  presentar certificado migratorio.