Caminan como si alguien los persiguiera. Siempre mirando atrás, a la izquierda y a la derecha. En las esquinas, las precauciones son mayores y cuando hay que cruzar la calle, hombres y mujeres se aferran a sus pertenencias y se preparan psicológicamente para una agresión. Ocurre en pleno centro de Guayaquil, en las calles Seis de Marzo y Clemente Ballén, a las diez de la mañana del lunes. 

Si alguien les sorprende a su paso, inmediatamente se protegen con algún ademán de sus brazos y no les parece gracioso si ha sido la broma de algún familiar o la intención de un vendedor por promocionar algún producto o dar una volante.

Las mujeres ahora cruzan las carteras sobre su pecho y los hombres tratan de usar menos el celular en la calle o mientras van en la buseta. También se levantan más temprano para evitar las horas de mayor delincuencia y procuran llegar a sus casas antes de las nueve para evitar los riesgos de la noche.

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Si tienen vehículo propio, lo usan casi siempre con los vidrios cerrados, sin mirar siquiera a aquel que busca unos centavos por limpiar su parabrisas. Tampoco dudan en cruzarse la luz roja si creen que alguien los está siguiendo. Las vías más desoladas no son nunca una opción aunque sean más rápidas.

Para ellos nada está de más cuando se trata de evitar un asalto, secuestro express,  plagio, violación, sicariato o cualquier delito contra las personas de los 28 que ocurren en promedio cada día en Guayaquil, según los datos reportados hasta julio por la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol). En el 2005 se registraban 13 de este tipo de delitos a diario, lo que representa en la actualidad un aumento de más del 100%.

La inseguridad no solo evoluciona en las estadísticas, también impacta en el comportamiento de los ciudadanos al punto que se ha convertido en el tema infaltable de cada reunión familiar. Está presente en las visitas a los padres el domingo, en la sobremesa después del almuerzo, en la mitad de una fiesta de cumpleaños, en una conferencia, durante la misa o el culto religioso y hasta aparece en forma de una terrible pesadilla mientras se duerme.

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En la comida del fin de semana, en la casa de Bolívar Pinto, en la cooperativa Luis Chiriboga, del Guasmo sur, se abordó el tema. Después de criticar a su yerno por dedicarse más a la afición de la pelea de gallos que a sus hijos, Pinto, de 54 años, aconsejó a su hija Nancy, de 29, que evite saludar con la mano a alguien, que esconda los celulares y que antes de salir de la casa repita siempre esta oración: “Señor, cuídame, guárdame y protégeme de todos los males, peligros y pecados y también protege a mi familia”.

Las precauciones de Wilman Pardo y su esposa Sabrina, por ejemplo, consisten en caminar haciendo una cadena con sus dos hijos. Le han robado tres veces cuando se ha subido a la línea 70, en las calles 26 y la E, del suburbio oeste. “Qué vamos a pelear por 20 dólares”, dice resignado mientras se aferra al bolso junto a su pecho.

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Rosa Criollo, de 35 años, convive a diario con la inseguridad. En su negocio de calzado se desespera para vigilar que entre los clientes ingresen pillos a robarse su mercadería. Ya lo han hecho otras veces. “Evité que se me lleven media docena de zapatos”, cuenta indignada.

La seguridad integral, aquel principio fundamental que según la nueva Constitución es uno de los deberes primordiales del Estado, no la sienten la mitad de los guayaquileños. La mayoría vive con miedo, a la defensiva, sin saber si llegará a su casa después del trabajo y con la zozobra de recibir una llamada que le advierta sobre algún ataque delictivo a sus familiares.

Y cuando esto ocurre, reconoce el gobernador del Guayas, Roberto Cuero, muchas veces no se denuncia. Gran parte de los afectados no cree que se hará justicia y hasta teme  sufrir represalias.

“Ante el miedo, me encierro, me aíslo, me amurallo, me enjaulo, los demás no me importan”, dice el sociólogo de la Corporación de Seguridad Ciudadana, Gaitán Villavicencio.

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Él estima que uno de cada dos habitantes ha tenido algún problema de inseguridad. En las calles 25 y la E, por ejemplo, nadie se asoma a las ventanas siquiera cuando escucha los gritos de las víctimas de asaltos.

Un par de guardias barriales, a quienes los moradores dedican de su escaso presupuesto un dólar a la semana, caminan desde las doce de la noche hasta las seis de mañana con un tolete. “Cuando llegan mis primos de la universidad lo hacen en taxi y tengo que correr a abrir la puerta”, dice una de las vecinas y otra confiesa que a diario acude a recoger a sus hijos que estudian a cuatro cuadras de la zona, para evitar que sufran asaltos o sean víctimas de las balas que hace diez días provocaron la muerte de un vecino.

Delincuencia: Delitos comunes
Homicidios
En Guayaquil se han registrado 282 delitos en el periodo enero-julio de este año. Esta cifra supera los 259 que se reportaron durante el 2008 y, sin embargo, aún falta contabilizar los homicidios de agosto a diciembre. Víctor Barroso, de 35 años, (foto) fue asesinado el pasado viernes 28 en las calles  García Moreno entre Colón y Alcedo.

Secuestro express
En los primeros siete meses del año, se han reportado en  la ciudad 176 secuestros express. Este delito, que consiste en retener a una persona en su vehículo el tiempo que los delincuentes vacían sus cuentas bancarias y tarjetas de crédito, lo denunciaron el año pasado 203 personas. En promedio se denuncian unos 20 cada mes, según las estadísticas de la Escuela Superior Politécnica del Litoral, que contabiliza los delitos contra las personas y sus propiedades.

Algunas bandas han sido detenidas por la Policía Nacional.

Robos agravados
Con el registro de las cámaras de seguridad o sin ellas, cada mes se reportan casi 700 robos agravados. En julio, por ejemplo, se denunciaron 677. El acumulado desde enero suma 4.240 de estos delitos. En todo el año 2008 la cifra alcanzó los 4.686 robos. Cada año han ido aumentando, en el 2005, por ejemplo, se registraron  3.009, según las cifras de la Espol. La mayoría ocurre en el norte, centro y sur de la ciudad, a toda hora. En las calles, en las busetas y en los centros comerciales.

Testimonio: Víctima
Víctor Luk
Edad: 25 años
Sitio Ciudadela Urdesa, en el norte de Guayaquil.
Día: Sábado 29 de agosto, a las 02:30.   

Robo en 20 segundos
“Quédense fríos, esto es un asalto. Dame el celular, dame la cartera”. Se bajaron dos hombres y una mujer de un Chevrolet Spark oscuro y en menos de 20 segundos nos dejaron sin nada. Eran las dos de la mañana del sábado pasado, yo iba acompañado. Me asusté, pensé que tenían armas, pero ni tiempo tuve de confirmarlo, porque rápido entregué todo. Era la tercera vez que me robaban. En las otras dos  se me habían llevado hasta los zapatos y me golpearon. La última vez recién había salido de una discoteca, en la avenida Víctor Emilio Estrada. Solicité ayuda al PAI cercano, pero los policías no acudieron.
 
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