Varios hechos sumamente graves se han suscitado los últimos días. Cualquiera de ellos, en una sociedad con instituciones sólidas, habrían provocado destituciones, renuncias e inclusive, en algún caso, juicios penales. Sin embargo, en el Ecuador destruido de nuestros días, no pasa ni pasará absolutamente nada.

Los recientes resultados de la evaluación a las universidades no hacen sino confirmar lo que todo el país conoce: el sistema universitario es en general nefasto. Sin embargo, ¿qué rector o decano ha tenido la dignidad suficiente como para renunciar? Universidades que tienen cero en investigación y niveles mínimos en rendimiento académico siguen como si no hubiera pasado nada. Todavía hay decanos que presentan sus resultados en términos económicos y permiten la apertura de cursos rápidos para que aprueben materias quienes no pueden aprobarlas en cursos regulares.

Cada día se ofrecen nuevas maestrías y carreras a distancia, cuya calidad académica es menos que mediocre. ¿Adónde vamos con esa educación paupérrima?

De otra parte, si la grabación que acaba de aparecer respecto de la alteración del texto de la Constitución de la Revolución es auténtica y verdadera, nos encontraríamos ante dos hechos gravísimos.

El primero, que el Presidente efectivamente sabía que se había cometido el delito de alterar el texto aprobado por una Asamblea Constituyente, que será recordada por las futuras generaciones como el mayor fraude a la democracia; el segundo, que en estos tiempos de inseguridad, ya nadie puede estar tranquilo con su privacidad ya que es posible que todo lo que se diga y haga esté siendo grabado con fines indeseables.

La historia no olvidará que el proceso revolucionario que se inició con la violación flagrante de la Constitución de 1998 al convocarse a una Asamblea Constituyente no prevista en la Constitución, siguió con la toma violenta y delictiva del Tribunal Constitucional –aparejada con la compra de los diputados de los manteles–; continuó con la violación del Estatuto aprobado por los ecuatorianos y también inobservado por los propios asambleístas –aunque haya sido el texto menos leído del Ecuador después de la Constitución–; prosiguió con la alteración del texto de la Constitución y su posterior aprobación, para finalmente desembocar en una dictadura vestida con piel de cordero que ya no es posible disfrazar más, lo único que ha logrado es desesperanza y frustración.

Tampoco olvidará la historia que el proceso revolucionario lo único que ha propiciado es el aparecimiento de nuevos capataces que se mezclan con los aduladores de siempre, al punto de que gran parte del Gobierno proviene de la vieja partidocracia, con la única diferencia de que ahora se dicen de izquierda, formando parte de un gobierno que jamás tuvo brújula y que hoy sucumbe entre la corrupción, la prepotencia y la traición.

De confirmarse la veracidad de la grabación y los hechos que allí se señalan, estará claro que la Constitución de la Revolución es un fraude, con lo cual se constata, además, que el derecho a la privacidad desapareció en el Ecuador sin que haga falta esperar que se integren los Comités de la Revolución.

La Constitución de la Revolución nació desprestigiada. Probablemente por ello se la viola todos los días, con la complacencia de los revolucionarios y la participación de una Corte Constitucional que hace rato juega su propio juego.