MADRID.- Al portero de un edificio de oficinas en uno de los barrios exclusivos de  Madrid le bastó con ver sus rasgos indígenas y su piel cobriza para, sin mediar palabra, lanzar una retahíla de insultos contra Pedro Suárez, mensajero quiteño. Con un ¿por qué no te vas a tu p. país? concluyó esa diatriba que se ha vuelto recurrente en España.

Sobre la mano de obra foránea,  aceptada antes, se dirige la mirada reprobatoria de quienes piensan que los extranjeros sobran y se encuentran obligados a retornar a sus países de origen. Predomina la idea de que "algo se debe haber hecho mal para que España haya recibido flujos tan intensos de migración y ahora paguemos las consecuencias", sostiene el antropólogo social, Miguel Pajares.

Ocho de cada diez españoles demandan cambios en la política de extranjería, según el Barómetro de la Fundación Carolina, elaborado en el 2008.  Para un 45%, las labores que realizan benefician más a sus naciones de procedencia por las remesas que envían que a España.

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El Gobierno español no esconde su preocupación. Estrella Rodríguez, directora general de Inmigración, reconoce que son muchas las voces que, con la crisis reivindican la idea de que primero hay que dar trabajo a los nacionales.

Hasta el año pasado, en la sociedad española se pensaba que los extranjeros aportaban más de lo que recibían. Actualmente no es así. "La crisis ha avivado la xenofobia en sus expresiones más crueles", sostiene Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia. El último ejemplo, en la agresión que sufrió la quiteña Mónica Llumiquinga junto a su ex pareja, dos de sus hijos y un primo, en el barrio madrileño de Ciudad de Los Ángeles, dos de los agresores identificados portaban pasaporte español, el otro era ecuatoriano.

Esta coyuntura de recesión, señala Tomás Calvo Buezas, director del Centro de Estudios sobre Migraciones y Racismo (Cemira), "no genera nuevos prejuicios, pero sí reactiva los existentes, sobre todo en los ambientes más populares donde se compite por un puesto de trabajo". 

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"Nos dicen que los inmigrantes somos culpables de la crisis, que cobramos menos y que les quitamos el trabajo a los españoles", dice José Luis Gainza,  guayaquileño de 27 años, que llegó a Barcelona en el 2000, y que trabajó en la construcción hasta el pasado noviembre que se quedó desempleado.

Una situación parecida vive Amaruk Caizapanta, actor ecuatoriano que ha sabido ganarse un espacio en el sector teatral de Barcelona, pero que ve cómo la envidia le va cercando. "El gran tópico es que les quitamos el trabajo, que progresamos porque el Gobierno nos da ayudas", asegura.

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Según SOS Racisme, el contexto social se ve agravado por la crisis económica, y de la gestión que se haga de ella, derivará o no un aumento del racismo. Sin embargo, los datos de la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas correspondiente a junio ya advertían que más del 40% de españoles responsabiliza a los inmigrantes de la bajada de los salarios, y el barómetro del Real Instituto de Elcano mostraba que un 40% estaría de acuerdo con que se tratase la inmigración irregular como delito.

Pajares identifica dos canales para bregar contra esta lacra: los medios de comunicación y la educación. La encuesta escolar sobre Actitudes ante la Inmigración  en la que participaron el año anterior 10.507 estudiantes, de entre 14 y 19 años, no augura un camino fácil. Algo más de la mitad de los adolescentes tienen una valoración negativa de la inmigración: quitan puestos de trabajo (50,8%), aumentan la delincuencia (61,2%) y el terrorismo (40,7%), traen inconvenientes (59,9%).