Los realizadores de documentales, películas basadas en hechos reales con propósitos  informativos, esperan que el auge que vive el género desde hace tres años perdure por algún tiempo. En Ecuador, la moda por asistir a las funciones de filmes de no ficción repunta con el festival anual Encuentros del Otro Cine, que este año se inició el 11 de mayo y culmina hoy.

En su octava edición, el festival exhibió 82 cintas provenientes de Argentina, Perú, Estados Unidos, México, España, Alemania, Rusia, Ucrania y otros países.

La temática que predominó en estos trabajos, que incluyen a los de Ecuador, fue la explotación de recursos naturales, lo que trae como consecuencia perjuicios a la naturaleza, según indica Pepe Yépez, realizador de largometrajes y documentales.

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Agrega que hasta ahora ha asistido a todas las funciones que se han efectuado simultáneamente en las ciudades de Guayaquil, Quito, Cuenca y Manta, y destaca como las cintas más polémicas Crudo, de Joe Berlinger; y A cielo abierto, derechos minados, del realizador ecuatoriano Pocho Álvarez, entre otras.

La problemática que topan los documentalistas siempre va acorde con la realidad del planeta, señala Andrea Crespo, coordinadora de producción en Guayaquil del EDOC.

Refiere que el género documental, que lleva casi 100 años de actividad en el país, cada vez gana más espacio y público, aunque de a poco.

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El documental  fue el primer paso para iniciar el cine en el país y fue impulsado por Augusto San Miguel Reese, con Ecuador Film Co., y Miguel Ángel Álvarez, según los libros de historia sobre la cinematografía local.

Crespo indica que el boom del documental a nivel mundial llegó en el 2002  con los estadounidenses Michael Moore y Errol Morris. El primero creó el documental  Bowling for Columbine, cinta sobre la presencia de las armas en EE.UU., y Farenheit 9/11, donde trató las causas y consecuencias de los atentados del 11 de septiembre del 2001 en ese país.

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El segundo presentó Standard operating procedure, sobre las violaciones de los derechos humanos en la cárcel iraquí de Abu Ghraib.

De ahí que el documental afianzó su esencia como género denunciante de problemáticas sociales, que transmite una protesta, dice Crespo.

“En la Costa, el documental cobra fuerza por los jóvenes que lo elaboran como proyecto universitario, mientras que en la Sierra hay trabajos mayormente basados en el sentimiento, la nostalgia y una necesidad de búsqueda de identidad”, agrega Crespo.

No obstante, aunque el documental es un género que se basa en hechos reales siempre será subjetivo, sostiene Yépez. “Es parcializado, porque es la mirada del realizador, lo que hacemos es tomar elementos de la realidad y construir una nueva, la imparcialidad no existe”.

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Con él coincide David Grijalva, realizador  y ex programador del MAAC Cine. “De eso se trata el documental: es la visión propia de cada autor, cada quien tiene un punto de vista diferente”.

Cuenta que el documental tuvo su mayor impulso en el país hace una década y que es el género en el que más se ha destacado el Ecuador a nivel internacional.

Entre los documentales más emblemáticos del país menciona  Los hieleros del Chimborazo, ganador de premios en  el Festival de Cine de La Habana y otros en Europa.

Sin embargo, ahora el documental demuestra una notable evolución, señala el documentalista Pedro Intriago, y explica que no solo por influencias de otros países sino también por eventos como el EDOC, que son un referente para las nuevas personas que buscan hacer documentales.

“Es un punto de referencia; bastantes cineastas jóvenes le deben mucho a festivales como estos, pues los ponen al tanto de lo último de este género”, expresa Intriago. 

Por el momento, el EDOC es el único festival que promueve el documental durante casi dos semanas cada año. En otras ciudades se han realizado muestras y festivales cortos, pero de forma temporal.