Los tres norteamericanos que estuvieron cautivos por más de cinco años en Colombia en manos de la guerrilla publicaron un libro en el que relatan su experiencia, incluyendo las relaciones a menudo tensas con otra rehén de personalidad dominante, Ingrid Betancourt.

"Egoísmo y orgullo arrogante": así definen sus compañeros de cautiverio el comportamiento de Betancourt la mayor parte del tiempo, un juicio severo apenas matizado por momentos de complicidad entre rehenes, que tampoco faltaron.

El libro "Fuera de Cautiverio, sobreviviendo 1967 días en la selva colombiana" de Marc Gonsalves, Keith Stansell y Tom Howes, publicado el martes en Estados Unidos por Harper Collins, relata la experiencia en 457 páginas.

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Los tres norteamericanos, subcontratistas que se encontraban en un avión encargado de fotografiar zonas controladas por la guerrilla, fueron capturados luego de que su avión se estrellara en la selva en febrero de 2003.

El relato incluye las tensiones entre rehenes y captores, las interminables horas en los campamentos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia en plena selva y la espectacular operación de liberación a principios de julio del año pasado, en la que también fueron liberados Betancourt y otros 11 rehenes.

Lo más novedoso del libro probablemente sea la descripción de las complejas relaciones humanas entre los protagonistas presentes en el campamento "Caribe" de las FARC: "juegos pequeños de poder, gente compitiendo por el control".

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En ese juego, desigual dada la situación de cautiverio, Ingrid es presentada como una mujer capaz de imponer su voluntad no sólo a sus semejantes sino incluso a menudo a sus propios captores.

Cuando los rehenes norteamericanos fueron conducidos por primera vez al lugar donde Betancourt ya estaba detenida desde hacía tiempo, el primer contacto fue glacial y duro.

"No parecía muy diplomática", relata Gonsalves. Cita a Ingrid diciendo a los guerrilleros: "Póngalos en alguna parte más". "Ella no estaba pidiendo algo, estaba dando una orden", agrega el ex rehén.

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Las relaciones se complican porque según los autores del libro "Ingrid envió notas a (el jefe rebelde) Sombra diciéndole que éramos agentes de la CIA y que quería que nos fuéramos del lugar por esa razón".

Otro momento de particular tensión se desarrolla en torno a las radios que los rehenes escuchaban para mantenerse en contacto con el mundo exterior, y que en un momento tuvieron que entregar a sus captores. Salvo Ingrid.

Según el libro, la ex candidata a la presidencia de Colombia decidió conservar una radio a escondidas, pero luego no compartió ese beneficio con sus camaradas.

"Esperábamos que nos alimentara con lo que había escuchado sobre las noticias de Colombia y transmitirnos los mensajes que había escuchado de nuestras familias, pero no hizo nada de eso", dice Gonsalves.

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En otros momentos, los rehenes -contratistas del Departamento de Defensa de su país- pasan de describir a Betancourt como una mujer egoísta y dominante" a una persona con aguda sensibilidad humana.

En otra parte del libro, Stansell menciona al pasar que Betancourt compartía a veces el lecho con otro ex cautivo, el congresista Luis Eladio Pérez.

"Tal vez no era la persona que pensábamos que era. Tal vez Ingrid era una persona mucho más complicada y multidimensional de lo que nos dejaba pensar", admiten los norteamericanos. Hasta el momento, Betancourt no ha emitido ningún comentario público sobre el contenido del libro.