Creó hace 30 años en Guayaquil el Festival Internacional de Coros El canto coral hermana a los pueblos, y con esa acción generó un movimiento que con el tiempo no ha hecho sino incrementarse. Al entusiasmo de  esta cita nació  en la ciudad una infinidad de coros, actividad de la que gusta  el público. A mediados de los años noventa fundó el Instituto Experimental de Música de la Universidad de Guayaquil, para formar integralmente a los niños y a los jóvenes que desean convertirse en músicos. Hoy es uno de los más prestigiosos.

Estos son dos de los principales legados del director de coros Enrique Gil Calderón, quien falleció en la madrugada de ayer, a los 73 años, después de batallar durante meses contra una leucemia que lo apartó de sus actividades habituales, como la dirección del festival y del instituto y también del coro de la Universidad de Guayaquil, que creó y dirigía con  entusiasmo. “Quisiera morir abrazado al coro. Me gustaría morir así”, confesó en su última entrevista con este diario, el pasado agosto. Para él, el canto coral era un acto de amor. Decía que en un coro se olvidan las individualidades y se canta casi de manera anónima. Se prioriza el conjunto. 

Kili, como le decían sus amigos, era un hombre de música, un gestor cultural, una persona de filiación izquierdista. Siempre estuvo vinculado al arte y a la intelectualidad. Nació en el hogar formado por el escritor y político Enrique Gil Gilbert, integrante del emblemático Grupo de Guayaquil, que revolucionó la literatura de los años treinta del siglo XX, y de la pintora Alba Calderón, quien militó en política y abanderó causas reivindicativas de la mujer.

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Creció escuchando conversaciones de adultos, viendo en su faceta cotidiana a personajes como Joaquín Gallegos Lara o Demetrio Aguilera Malta.Ya en la adultez se decidió por la música y la dirección coral e hizo de esta actividad su razón de vida. Estuvo en ella hasta cuando enfermó. En el cierre de la última edición del festival, hace cuatro meses, estuvo presente. Allí hizo alusión a su leucemia  y agradeció el doctorado Honoris Causa que un día antes le había entregado la Universidad de Guayaquil. “De todas las condecoraciones que he recibido durante mi vida, es esta la que más me ha emocionado”, comentó.

Hombre de carácter, una de sus decisiones más anecdóticas fue rechazar el Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo, que se le otorgó en el gobierno del arquitecto Sixto Durán-Ballén. Pasaban las semanas y el mandatario no realizaba  el acto de entrega de los galardones (que está fijado para el 9 de agoto, Día Nacional de la Cultura), porque, según argumentaba, no tenía tiempo. Pero encontró espacio  para entregarle, en persona, en una ceremonia, la carta de naturalización a un futbolista extranjero. Kili lo tomó como un desaire para la actividad intelectual que se desarrolla en el país y renunció al premio.

Lo aceptó hace apenas unas semanas, el pasado noviembre. Lo recibió de manos del presidente Rafael Correa, quien fue a condecorarlo en su domicilio de  la ciudadela Los Esteros, al sur de la ciudad, cuando ya estaba enfermo.

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Casado en dos ocasiones (primero con  la soprano Beatriz Parra y luego con la abogada Miriam Estrada), Kili despertó también entre sus descendientes la vocación por la música. Beatriz, la mayor de sus hijos,  es cantante y directora coral. Fernando es director de coros. Alfredo y Alba, en cambio, se decidieron por el derecho. Enrique Silva, uno de sus dos nietos, estudia música.

Kili fue presidente de la Casa de la Cultura del Guayas y esta institución le rindió homenaje el pasadoseptiembre. Bautizó con su nombre una de las salas de la entidad. Fue una manera de inmortalizar el legado de este hombre, que ha aportado generosamente a la cultura de la ciudad y el país.

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DESPEDIDA
VELACIÓN
Los restos de Enrique Kili Gil Calderón están siendo velados desde ayer en la sala exclusiva Nº 4 de la Junta de Beneficencia de Guayaquil. Su sepelio está previsto para las 12:00 de hoy.

HOMENAJES POSTERIORES
Los familiares del considerado padre del canto coral guayaquileño decidieron que los homenajes a Kili solo se podrán  realizar después de su sepelio, informó Fernando Gil, hijo del director coral.

DICEN DE ÉL
“No es mi intención reemplazar el espacio de mi padre, es irreemplazable. Fue un gestor de la paz a través del canto”.
Fernando Gil

“Artífice del coro de la Casa de la Cultura, él me estimuló para que me dedicara a esta actividad coral”.
Juan Carlos Urrutia

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“Un Día de la Madre le regalé una rosa y le dije que era  como un padre y una madre para mí”.
Carlos Prado

“Es una pérdida irreparable. Cuando llegué  hace cinco años al país para dirigir la Sinfónica de Guayaquil, recibí su apoyo, amistad y cariño paternal”.
 David Harutyunyan

“Hace diez años me dio la responsabilidad de dirigir el Coro de Niños de la Universidad de Guayaquil”.
Francisco Aguilera