Cada año volvemos a experimentar la dualidad de esta época entre el significado cristiano, religioso y espiritual de la Navidad y la presión comercial enfocada en las compras, regalos, cena, agasajos, adornos y más.

A pesar de la crisis económica mundial y sus consecuencias en nuestro país, las ofertas navideñas y los planes de las tarjetas de crédito terminan tentando incluso a quienes están restringidos en su presupuesto familiar, induciéndolos a endeudarse durante varios meses, a veces, hasta la próxima Navidad.

Lógicamente, la actividad comercial y quienes se dedican a ella cuentan con las transacciones de estas semanas para subsistir.

Pero también es cierto que la fiebre consumista que se expande y contagia en estas fechas produce estragos lamentables como el estrés de las cabezas de familia ante la presión de mantener o mostrar un cierto “estatus económico”, por las exigencias exageradas de sus propios hijos, por los mal llamados “compromisos” que inducen a gastar más de lo que permiten los ingresos.

¿Por qué nos dejamos llevar por la cultura consumista del Papá Noel regalón?

¿Por qué ejerce hoy tanta influencia en la vida de las personas el tener cosas? ¿Será porque ya queda muy poco tiempo para compartir en familia y queremos compensar los vacíos que dejamos durante el resto del año?

¿Dónde se quedan entonces los valores humanos y espirituales?

¿La palabra sencillez tiene todavía algún significado?

Navidad es la fiesta del Amor infinito y, por lo tanto, lo fundamental es poder compartir alegría, unión, amistad, reconciliación, sin importar si tenemos o no dinero para dar obsequios.

El alboroto navideño no debe impedirnos recordar la forma humilde en que el Hijo de Dios acampó en este planeta y que al nacer como un tierno niño su intención era comunicarse con nosotros desde nuestra piel, enseñarnos a vivir como verdaderos hijos de su Padre y darnos la oportunidad del perdón.

Jesús y su mensaje son el motivo auténtico de la celebración de Navidad.

Que las luces navideñas no nos cieguen y hagan perder la visión de lo que es realmente central e importante. Navidad es un tiempo de reencuentro con ese Amor encarnado, con su palabra liberadora, con su ejemplo de vida.

Que la sensibilidad de estas fechas, que nos mueven a actos de generosidad, a compartir y darnos, no sea pasajera, que nos transforme, nos renueve y permanezca.

Entre la infinitud de dádivas que nos otorga, cada día, el Autor de nuestras vidas, Jesús es nuestro mejor regalo y tal vez por eso sentimos también la necesidad de regalar y entregarnos con presentes, gestos, ayudas, etcétera. Es parte de esta celebración, sin duda alguna, pero, atención: cuidado sobren demasiadas cosas materiales y que falten la sencillez y el amor genuino. Vivamos una verdadera Navidad.