El mercado financiero estadounidense estaba altamente regulado por la Oficina del Controlador de la Moneda, los acuerdos internacionales de Basilea acerca de los estándares para capitales, las autoridades a nivel estatal, la Reserva Federal y la Corporación Federal de Seguro de Depósitos. Además, los bancos cotizados en la bolsa, al igual que las corporaciones, también estaban sujetos a la Ley Sarbanes-Oxley.

Desde hace varios años también estaban vigentes la Ley de Revelación de Hipotecas para Vivienda y la Ley de Reinversión en la Comunidad y ambas ayudaron a promover la proliferación de préstamos hipotecarios de alto riesgo.

Por otro lado, no es mera casualidad que las dos entidades hipotecarias de patrocinio estatal, Fannie Mae y Freddie Mac, se encuentran en el centro de la crisis. Todos sabían que el gobierno estaba detrás de Fannie y Freddie y estas dos se dedicaron a comprar paquetes de hipotecas de alto riesgo con irresponsabilidad (usual cuando se trata de asumir riesgos con el dinero de otros). Los congresistas, muchos de ellos habiendo recibido generosas contribuciones para sus campañas de Fannie y Freddie, insistieron hasta esta última primavera, para que se les reduzcan los requisitos de reserva de capital a las dos gigantes.

La Reserva Federal no juega un rol menor en esta crisis tampoco ya que también ayudó a formar la burbuja inmobiliaria. Entre 2001 y 2003 el interés de los fondos federales se redujo de 6,5% a 1% y luego la Fed mantuvo este interés por debajo de 2% hasta fines de 2005.

Una política monetaria expansionista, más una presión gubernamental para aumentar los préstamos hipotecarios de alto riesgo, más un fracaso en supervisar la calidad de los préstamos para vivienda resultaron en la “tormenta perfecta”.

Finalmente el argumento de que se necesita más regulación no se sostiene cuando vemos que el mercado hipotecario, que era altamente regulado e intervenido, es justamente el sector más afectado. Ni tampoco cuando vemos que los fondos de cobertura (hedge funds), siendo los menos regulados, son los que menos se han contagiado de la presente crisis debido a que casi no compraron activos problemáticos.

La única desregulación que se dio fue el permiso de la banca interestatal y de no ser por ese grado de flexibilidad no hubiese sido posible que, por ejemplo, J. P. Morgan compre a Bear & Sterns, Bank of America a Merryll Lynch y que Morgan Stanley y Goldman Sachs se mantengan a flote como bancos comerciales.

Un salvataje para aquellos que se involucraron en inversiones riesgosas con la expectativa de que el gobierno estaría ahí para respaldarlos no soluciona el problema de liquidar los activos problemáticos ni elimina los incentivos para que se dé ese comportamiento irresponsable nuevamente.

Las regulaciones que pretenden prevenir que la última crisis se repita, pueden resultar poco efectivas e inclusive dañinas para la próxima y distinta crisis. Lo mejor que se puede hacer, aunque probablemente no sea lo más popular, es hacer un sistema flexible que permita la rápida adaptación del mercado a las nuevas e imprevisibles circunstancias.